Siempre en las despedidas imagino
dos puntos que se alejan irremediablemente
y yo los veo desde arriba, cada vez más lejos,
más pequeños, más insignificantes
en la inmensidad que los separa.
Por mi ventana pasan los árboles
como borrones de tinta verdes,
pasan los edificios
difuminados pero poblados de habitantes:
intento atisbar tu casa,
mas queda oculta tras muros, chimeneas,
graffitis que se amontonan a los márgenes de la vía.
Por mi ventana pasan las nubes tardas,
inmóviles ante el reflejo
de mi rostro fantasmal sobre el cristal.
Imagino mi vida en otra ciudad,
en otro país,
aquel que espera mi fuga
e imagino lo diferente que será entonces
mirar a través de la ventana.
Quizá entonces siga
viendo ambos puntos alejándose
o tiendan de pronto a reencontrarse,
a merced del vaivén de la vida.