Estas manos pétreas
sueñan con acariciar tu rostro
de almendros en flor.
Estas manos de leña
ya no podrían despegarse
de tus ojos como el mar,
como dos glaciares dormidos
que me dicen, una y otra vez,
adios desde su voz.
Como las olas, te vas.
Me dejas la espuma enredada
entre mis dedos de coral.
Como la brisa, te vas
dejando tus labios en mi rostro,
en mis piernas ya incapaces
de correr detrás de tu estela
de color violeta.
Te vas como llegaste,
las calles se llenan
de miradas vacías
en un segundo donde todo se rompe.
Te vas dejando todo lo viejo
en busca de algo nuevo.
Te vas, dejando mi aliento
sostenido
en el tiempo.