Perdida, a veces remo hacia la otra orilla
y veo tus dos ojos mecidos por el viento,
esos ojos, reflejo del agua y del cielo,
como dos gotas temblando en la retina.
Esos ojos, dos eclipses de invierno,
perpetuos azules de mis fantasías,
no dejan de mirar el tierno
fruto de la memoria prohibida.
Esos dos ojos, dos lunas en mi pecho,
me encontrarán quizá en otra vida
o en el refugio de una cama y un techo
lejos de esta tierra mía.