Relato del primer principio.
Al principio solo existía la Nada y todo era orden en el vacío. De la Nada surgió Eglo y se proclamó hijo de la Nada.
Así, Eglo deambuló por el vacío en la Nada durante millones de años, hasta que harto y aburrido, decidió crear los 333 dioses menores que imperarían en el vacío.
Cada uno de estos dioses menores se le asignó una porción de la Nada en la que bajo el orden que imperaba antes de su llegada, desarrollarían un entorno a su voluntad, siendo dueños de todo lo que allí acontecía y responsables del mismo y solo darían cuentas a Eglo, cuando él así lo reclamara.
En la porción llamada Lezu, habitaban Kilé y Grehela.
Kilé se encargaba de dar la luz de la vida a Lezu y Grehela era la encargada de dar el descanso de la oscuridad.
En la Nada antes, siempre había imperado la oscuridad y Grehela convenció a Kilé para que así siguiera siendo, pues era lo estipulado según ella, Kilé accedió ya que amaba a Grehela en secreto y cumplimentaba todos los deseos que ella tenía.
Tras un tiempo, Grehela le pidió a Kilé que le ayudara a llenar el vacío de Lezu y entre los dos crearon la Toisat o materia primal en el mismísimo centro de Lezu.
La Toisat era una esfera regular y perfecta, de unas dimensiones gigantescas que contenía en su interior todos los elementos que existían en la Nada.
Tras mucho tiempo de la creación de la Toisat, Grehela no hacia más que estar todo el tiempo alrededor de la Toisat admirándola y contemplándola dejando de lado a Kilé.
Kilé no entendía tanta fascinación hacia aquella creación inanimada y la relación que existía hacia algo que no fuera otro dios menor…
Kilé finalmente le revelo sus sentimientos a Grehela, la cual rechazó mientras admiraba atónita su obra, la Toisat.
Kilé furioso destruyó la Toisat, que se fraccionó en millones de pedazos que se expandieron por todo Lezu hasta sus confines, adentrándose en otras porciones de la Nada. Los dioses menores encargados de esas porciones, reclamaron ante Eglo las intrusiones de fragmentos de aquella materia primal en sus dominios, lo que provocó la ira de Eglo y su inmediata presencia en Lezu para imponer su voluntad y rendirles cuentas.
Cuando llego, encontró toda la oscuridad repleta de los fragmentos de la Toisat destruida y a Kilé y Grehela enzarzados en una violenta discusión.
Él les ordenó que cesaran y no le hicieron caso. Y de la Nada por su voluntad, surgió una fuerza cíclica que arrastraba todo lo que encontraba, consiguiendo separar a los dos.
Eglo sentenció que esa fuerza no cesara nunca en Lezu, para que Kilé y Grehela no se pudieran ver juntos por nunca jamás ante la visión de tal desastre. Y así abandonó Lezu vetándolo a cualquier otro dios menor.
Así quedó Lezu, incomunicado de las otras porciones de Nada y sumido en el Caos, dejado de la mano de Eglo y de cualquier otro hijo de él.
Kilé aun furioso mientras vagaba por Lezu desplegó toda su fuerza y ardió en rabia, irradiando en luz y dando fuego a todo fragmento de la Toisat que colisionaba con él, desperdigándolos por todo Lezu para ahuyentar con su luz a la oscuridad de Grehela.
Grehela juro odio eterno a Kilé y le negó la palabra, silenciándolo hasta que se consumiera en el fuego de su propia rabia y añadiendo a miles de fragmentos la capacidad de reflejar esa luz para que en su interior pudiera morar el descanso de la oscuridad.
A los fragmentos de fuego se les llamaron Yeshu y al resto Luskat.
Todo esto consiguió que durante milenios el caos de Lezu siguiera de forma aleatoria e ininterrumpida lejos de la vista de Eglo.
Pero como en la Nada rigen unas reglas infranqueables a cualquier voluntad, el Caos que provocó la destrucción de la Toisat y la fuerza cíclica que creó Eglo, se fueron apaciguando hasta alcanzar un equilibrio.
Todos los fragmentos, por los choques durante milenios quedaron compactos y esféricos, acabando atraídos por la fuerza de los fragmentos ardientes por la furia de Kilé. Los últimos vestigios de la casi extinguida fuerza cíclica provocada por Eglo que aun moraba en Lezu, hicieron que las Luskats atraídas por el fuego giraran en un ciclo infinito a su alrededor.
El calor dio origen a la vida en algunas de las esferas que tenían la Dheesa o materia de vida. Así que entre otros seres de vida, nacieron los humanos que fueron dando nombre a todo lo que les rodeaba, veían, intuían o imaginaban.
A las Luskats los llamaron planetas, a su Yeshu lo llamaron Sol y a la Luskat más cercana que contenía la esencia de Ghehela, la llamaron Luna pues era el astro que les alumbraba en la noche cuando la luz de Kilé no deshace la oscuridad de Grehela.
A algunos de los seres que pueblan por Luze sin saber muy bien como, acabaron en conocimiento estos hechos y desde entonces veneran a ambos dioses por darles la vida y rechazan a Eglo por darles de lado. En otros lugares la historia llego distorsionada, dando como claro vencedor a uno de los dos y repudiando al otro, identificándolo como nuestro actual diablo de la cultura occidental.
Pero lo que desde luego muy pocos saben (entre ellos Eglo), es que tanto Kilé como Grehela añoran estar juntos y esperan a que, en cuanto Kilé consuma el fuego de su rabia y se libere del silencio al que le condeno su amada, los dos saben que volverán a estar juntos…
… Otros a esto lo llaman el fin del universo (o al menos de una parte…).