Cualquier idioma debe ser eficaz. Esto significa que debe procurarnos el máximo rendimiento posible en la comunicación con el mínimo esfuerzo y gasto de recursos. Para comprender este tipo de cosas se hacen indispensables dos requisitos: cultura y sentido común, y es evidente que este santo país carece, en gran medida, de ambos (requisitos, por eso digo ambos y no ambas aunque figure la palabra cultura).
Resulta que el masculino genérico engloba a todos (todos somos todos, tanto tú, como yo, como ella, como vosotras) y todas solo engloba a vosotras o a ellas, así que creo que vale ya de historietas raras y estupideces que ni el mundo es una adoración al falo ni el hombre sensato considera a la mujer por debajo de él mismo.
El español es como es y es lo que es y, sobre todo, es viejo. Viejísimo. Y si Rosalía de Castro no se quejó del idioma, ni lo hizo Santa Teresa de Jesús, ni María Zambrano, ni Emilia Pardo Bazán, ni Gloria Fuertes, etc, en un momento de la sociedad mucho más tradicionalista y androcentrista (entonces sí, y lo sabemos) no sé a santo de qué tiene que venir gente a quejarse ahora. Gente sin autoridad, sin referencias, y sin conocimiento.
El idioma es la herramienta y el uso que recibe depende del usuario. Una llave inglesa sirve para lo que sirve pero también puede ser utilizada para matar por lo cual ¿sería lícito considerar las llaves inglesas a partir de cierto número como armas blancas y comenzar a hacer panfletos lavacerebros, orientados sobre todo a niños, sobre las maldades de las llaves inglesas asesinas o es mejor dejarlo al sentido común del usuario? Lo mismo con los idiomas.
Tenemos, además, una de las lenguas más ricas y hermosas que existen debido a complejidades y recovecos como este y es triste que los pardillos sigan la melodía de unos iletrados empeñados en expoliarnos de nuestro propio tesoro.
En fines...