TQYSTQ (Twenty two)

En un lugar en que todo era blanco sin que hubiera nevado había dos personas: un chico; de unos veintitantos de mirada perdida, y un hombre; de carácter senil aunque de espíritu vigoroso. Estaban manteniendo una conversación, y era el turno de hablar del joven, que le preguntó:

-¿Cuánto tiempo duran?

-Piensa que siendo muy optimistas sólo tienes que repetirlo 80 veces, en tu caso; siendo realistas, poco más de 50.

-¿Y siendo pesimistas?

-Toca madera para que eso nunca ocurra, pero entonces, serías inmortal.

-¡Yo no quiero vivir para siempre!

-Pero quisiste, ¿verdad? Tus ruegos fueron escuchados, a los jueces divinos poco les importan las condiciones de los deseos, ellos simplemente contemplan la sinceridad de estos, y...

-¿Qué? Dime, ¿qué pasa?

-Que lo fuiste.

-¿Entonces por qué pretendes que sea optimista? ¿De qué me sirve desear algo si no voy a conseguirlo?

-Porque en el fondo no es lo que quieres, pequeño - dijo, mirándolo con algo de condescendencia.

-¿Y qué se supone que quiero, o debo querer...? Deseé con muchas fuerzas algo que no se me concedió.

-No podemos cambiar el curso del destino, era algo que tenía que pasar. No le des más vueltas.

-He aprendido que hay más realidades, hay otros mundos ¿o también me lo vas a negar?

-Yo, me temo que no puedo contarte nada.

-Nada que no pueda afectar el futuro, sí, ¡me sé la historia!

-Correcto, pero puedo ayudarte. Además, deberías saber que siendo paciente puedes optar a un premio.

-¡Ja! No te esfuerces, eso mismo predica(ba) la religión católica en mi mundo.

-¿Qué es religión? -preguntó fingiendo que no sabía la respuesta.

-Es un juego en el que te hacen creer que hay un orden superior que rige el mundo, te piden paciencia y humildad, te prometen que un día los malos pagarán por sus delitos.

-Un juego, qué curioso. ¿Y la gente lo cree?

-Ahora menos que antes, resignarse es un camino demasiado fácil, ¿no? ¡Y no me cambies de tema!

-Dime, ¿echas de menos escribir?

-No lo sé, no me acuerdo. Supongo que sí.

-¿Por qué no lo haces?

-Porque se supone que no tengo que hacerlo hasta que recuerde mi nombre.

-¿Quién te ha dicho eso?

-Nadie, es lo que siento. Hay algo dentro de mí, alguien que me habla y me dice cosas...

-¿Y te dice sobre qué tienes que escribir?

-No, nada de eso, no entiendo lo que me dice, ni lo que significa. Además, ¿acaso no es poético un folio en blanco?

-También es aburrido.

-Bah, no menosprecies mi arte.

-No lo hago, si tú supieras...

-¿Qué has dicho?

-Nada, nada...

El hombre apartó la mirada del chico, esperando alguna señal. Faltaba mucho tiempo pero tenían prisa, el mundo estaba en peligro. Todo el universo estaba pendiente de un hilo, y sólo él, sólo con su gracia podría salvarlo. Se alejó unos pasos más, seguía esperando cualquier intención, y finalmente lo escuchó.

«Pulsó repetidamente el botón, como si la vida le fuera en ello, parecía un enfermo de parkinson poseído, y así, mientras una lista iba subiendo, la otra iba reduciéndose».

-¿Has escrito algo?

-No, ¿por qué?

-Me pareció escucharte garabatear.

-Pues yo no he hecho nada.

Sonrió, le hacia gracia que mintiera por algo tan simple, aunque no podía olvidar que de eso podía pasarse a mayores. Le entraron las dudas y pensó en ir a visitarle:

-Bien bien, mejor así, no sabemos lo que podría ocurrir si te pusieras a escribir alguna barbaridad.

-¿Qué importa lo que escriba?

«Mucho más de lo que crees, me temo» -pensó. Acercó su mano izquierda, y se acarició la cicatriz que tenía en la palma pasando el dedo índice varias veces sobre ella, resiguiéndola lentamente, como si le evocara momentos importantes reviviendo hechos que estaban mejor enterrados, entre esto sintió un fuerte escalofrío. «A pesar de tener la mano destrozada, lo peor; lo peor son las marcas que me quedaron por dentro». Sintió la imperiosa necesidad de hablar con él, y se marchó a la vez que dijo:

-Voy a dar una vuelta, no hagas nada que yo no haría.

-Valep, hasta ahora - dijo sin más preocupación el chico. A pesar de encontrarse muy a gusto a veces también quería estar solo, sin la sensación de tener un par de ojos clavados en su nuca. Pocos eran los momentos en los que podía permitirse sentir la dichosa libertad, y esto era irónico tratándose de dónde se encontraba. Así que aprovechó ese momento de intimidad para dejarse llevar por esos impulsos que no terminaba de comprender.

«Se estaban esfumando, en cuestión de segundos, testimonios y recuerdos de su vida pasada, años de ellos, y palabras, y frases que no recordaba ni haber leído. Todo, todo ello con el simple poder de su dedo

Releyó los párrafos varias veces, sentía que le faltaba algo, y poco a poco, sus pensamientos se desvanecieron. Su mente se apagó, y guardando la hoja para que no la encontrase, siguió contemplando el cielo.





-Señor, necesito hablar con usted.

-Dime Ananel.

-El chico está aprendiendo demasiado rápido pero sigue sin recordar quién es ni cuán importante es su poder. Con todos mis respetos; siento que no está preparado.

-No te preocupes, sin conocimiento tampoco hay maldad, vuelve a ser puro. Procura que siga siendo así.

-Señor, sí señor, lo siento. No espero volver a recuperar mi lugar en la jerarquía, lo que hice...

-Sé que tus palabras son sinceras, mas no descuides la obligación de dejarlo todo como antes, empezando por él.

-Sí señor, vuelvo a vigilarle entonces.

-Sé muy bien lo que marca la línea del tiempo pero, tenemos que apresurarnos o no habrá mañana, recuérdalo: Post nubila, Phoebus...

-Ex Umbra in Solem.

Ananel se apresuró a volver, avanzaba por una basta extensión llena de nubes de blanco puro, nubes de gran volumen y de todos los tamaños. Las recorría sin pisarlas, levitando. Se paró y observó una nube con forma de arbol, cogió una fruta con forma de manzana, le dio un mordisco y luego la tiró al vacío. La pequeña nube se rompió en millones de partículas que fecundarían la tierra durante la siguiente cosecha.

Llegó a una casita en el acantilado más alto del mundo, allí descubrió que estaba escribiendo. Le observó un rato, pues no quería -ni podía- interrumpirle, cualquier distracción podría haber sido fatal. Cuando observó que había dejado la pluma de néctar, le sorprendió:

-Veo que sigues contemplando el horizonte.

-Sí, es muy bonito. Me gustan esos reflejos magenta, siempre puntuales a esta hora.

-Este es el color de la vida.

-¿Por qué?

-Un día lo supiste. ¿De verdad no recuerdas nada?

-No, nada. Por mucho que lo intente. Hace un rato sé que recordaba algo pero ya no, es extraño.

-¿Has utilizado las tablas de piedra?

-No, pero antes te he mentido y te pido perdón. Sólo he practicado mi caligrafía en este papel de ambrosía.

Ananel suspiró aliviado, las hojas de ambrosía sólo eran un borrador, todo lo que estaba escrito en ellas tenía arreglo - la mayoría de las veces-, en cambio una vez pasado a limpio en las tablas de piedra, el destino estaba sentenciado.

-Me gusta que seas sincero conmigo. Disculpas aceptadas.

-¿No estás enfadado?

-No, porque has actuado bien. Y ahora dime, ¿qué has escrito?

-Nada, una tontería.

"Nada de lo que escribas debe ser menospreciado, Moros. Y aunque ahora te hayan rebautizado, aunque ahora parezcas inocente, no puedo dejar de vigilarte. " - pensó:

-Venga, cuéntamelo Eric, me gustaría saber qué es.

-Me vinieron unas palabras a la cabeza, y de la misma forma se marcharon.

Eric leyó ambos párrafos, mientras Ananel temía que si seguía escribiendo terminara atando cabos y descrubiera su poder. Tampoco puedía impedírselo, pues sólo estaba condenado a ser su cuidador, maestro y amigo. Sólo tenía el derecho de hacer germinar la bondad, donde una voz cosechó crueldad.

-¿Encuentras algún sentido a lo que has escrito?

-No, ¿debería?

-Parece que este chico quiere olvidar algo, que tiene muchas ganas de hacerlo.

-Eso parece. ¿Y qué con eso?

-Creo que lo que has escrito es lo contrario de lo que tú quieres. Te mueres de ganas de saber quién eres.

-Es cierto, me siento extraño, muy extraño, siempre que miro el cielo me vienen pensamientos, que no son míos...

-¿Te cuento un secreto?

-¡Sí, por favor!

-Desde aquí arriba podemos escuchar a las personas, tenemos poderes.

-¡Es-esto es imposible!

-(Risas) te digo la verdad.

-¡Eres un mentiroso! Tan serio que pareces...

"No te miento no, más me gustaría. Sólo que tú aún no sabes cómo. Yo también querría morirme antes de no saber quién soy."

-¿Y si te dijera que hay otra persona dentro de ti? ¿Me creerías?

-¿Una persona o una mente?

-Más que una mente, toda una vida encerrada en tu cuerpo.

-Es más plausible que el hecho de poder escuchar las voces a centenares de kilómetros.

-¿Recuerdas algo de lo que dice la voz? ¿Cómo suena?

-Pues parece de chica, tiene un acento distinto al nuestro. Aunque ahora mismo no recuerdo nada, lo siento.

-No te preocupes, no fuerces la cabeza. Pronto va a ponerse el sol, cuando termine seguiremos con las lecciones de astronomía.

Ananel se dirigió puntualmente a la sala de control y giró la manecilla que sumiría al planeta en una oscura y plácida noche. Apareció un manto negro en el firmamento donde miles de luces que los humanos creían como estrellas celestiales, entre ellos Eric, empezaron a encenderse.

Estas estrellas habían hecho soñar a la humanidad desde el principio de los tiempos, albergaban esperanza, y el destino de todos y cada uno de los seres del planeta. Los humanos siempre habían disfrutado de la obervación del cielo, les hacía creer en un imposible, en un mañana mejor. Eran una guía que seguir cuando estaban perdidos además una cálida compañía cuando - de noche - sentían soledad.



-Ananel, dijo el supremo. Tengo que pedirte algo que va en contra de tu juramento, pero es un caso de fuerzas mayores.

-Dígame de qué se trata.

-Los acontecimientos han cambiado, tenemos que apresurarnos.

-Sí señor, tal como me dijo antes voy a acelerar el proceso todo lo que pueda.

-No es eso lo que quería decir, se tiene que hacer algo; YA. Hay hechos que escapan a mi voluntad, el mensajero me ha traído una carta: Ha empezado hace unos instantes...

-¿Insinúa que tengo que despertarle, ahora? No está preparado.

-Lleva un año con nosotros, ha llegado el momento de que sepa quién realmente y quién llegó a ser.

-Señor, como bien ha dicho usted va contra mi juramento. Cometí un grave error, quizás el mayor error de todo el universo, y no, no puedo fallarle otra vez.

-Sí es cierto que tu actuación fue desastrosa, pero tampoco te dés tanto mérito. No fuiste tú solo quien corrompió el mundo. Ahora pero, debo pedirte que hagas esto, o no habrá nada que podamos proteger.

-Pero señor, volveré al reino del caos.

-Muy bien que lo sé, y por eso quiero decirte que tu sacrificio es lo único que puede salvarnos, la única esperanza, la única forma para...

Aunque el supremo no hubiera terminado la frase Ananel sabía que nunca sería suficiente lo que hiciera en vida. Si quería redimirse de una vez por todas, tenía que ofrecer lo que más valoraba como sacrificio, en este caso; su vida.

-¿Me perdonará entonces, mi señor?

-Hace mucho tiempo que lo hice, hijo mío.

-Le echaré de menos.

-Brilla mi pequeña luz, brilla en la oscuridad del día.



Ananel se marchó triste y abatido, sabiendo que nunca más vería la luz, que nunca más se despertaría con el calor del sol por la mañana, que estaría solo entre millones de almas condenadas, envidiosas de que él sí conservara la suya, y con un único objetivo durante toda la eternidad: arrebatársela.

Caminó, esta vez sintiendo la suavidad de las nubes, húmedas, tristes porque su hermano marchaba, para siempre. Se dirigió al acantilado, al lugar preferido de Eric, ese sitio en el que no desencajaba, un infinito lleno de matices y olores únicos, un mundo sin fin que se abría paso ante sus ojos, en el que no importaba quién era, porque cualquier ser era insignificante ante tal inmensidad, un sitio al que podía llamar hogar.

Se acercó a los bancos sempiternos de piedra y buscó debajo del asiento de Eric. Sabía donde guardaba todo, sabía todo lo que había escrito, y le daba mucha pena tener que hacerlo. Le causaba mucha pena decirle adiós después de tantos meses, después de haberle cogido cariño, a ese humano, un simple humano que se codeaba con la cúspide celestial.

Recogió con cuidado todas las hojas y las leyó por última vez. Era raro el deseo del chico; nadie habría querido recordar tales vivencias, a no ser que buscara un castigo perpetuo. Pero él lo hacía, él escribía, él robaba recuerdos a otros seres sin saberlo, y se los hacía suyos. Lo que ignoraba es que hasta que no recordase quién era no tendría el poder para narrar el futuro.

Titubeante, Ananel empezó a destruir las hojas de ambrosía, sabiendo lo que le esperaba al final del camino. De este modo se deshizo el destino escrito en ellas, Eric había recuperado los recuerdos escondidos, que en aquellos momentos estaba en su habitación, justo al lado de la luna, que le estaba observando. Estaba tumbado en una cama hecha de nubes de esperanza, y justo en esos momentos pudo volver a soñar después de doce meses.

Recuerdo acumulados, que hacían cola, pensamientos y deseos de los que nunca fue consciente. A gran velocidad se intercalaban imágenes con mensajes, voces que le parecían familiares pero que nunca había oído antes, hasta que la vio. Vio la cara de la persona que estaba dentro de él, era rubia con tirabuzones rizados alegres, de ojos azulados y brillantes, tan claros que le invitaban a mirar dentro de ellos por si había algo escondido. Eric le preguntó: «¿Quién eres?», a lo que ella no hizo caso. Estaba muy nervioso, sentía que la conocía, sentía mucho más que eso, pero no entendía por qué, no entendía por qué no lograba identificarla. «Dime quién eres, por favor ¿por qué sueño contigo?», la chica seguía sin decir nada, sólo sonreía y andaba a su alrededor, como si lo tanteara, como si tuviera que acostumbrarse a verle después de tanto tiempo.

Empezó a andar delante de él, esperando que éste la siguiera. Parecía que quería llevarlo a algún sitio, le tendió la mano y él la cogió. En ese justo instante sintió, sintío como su cuerpo se iba llenando, sintió un fuerte dolor en el estómago, un dolor que intermitentemente se convertía en plenitud. Un calor sofocante invadió su cuerpo, un dolor, un sentimiento, algo negro, algo blanco, algo puro, algo sucio. Tenía la sensación de que su cuerpo se dividía, no en dos, sino en miles de otros. Ella se acercó a él y en una exhalación con efecto eco le susurró algo ininteligible, él; antes de perder la consciencia se despertó agonizante y gritó a viva voz:

-¡Te quiero y siempre te querré!




Fin parte 1.
Guau... no tengo más palabras... Y no hay emoticono que pueda usar. Espero la siguiente parte.


P.D. " A pesar de encontrarse muy agusto", se te ha pegado la "a", va separada.
Bravo, me ha costado un poco entrar en el texto, un poco confuso al princi`pio, pero me ha gustado mucho.

La pega es que eol no deja justificar los margenes :p

Saludos y espero segunda y tercera parte.
¿Y si no hay segunda parte? :/
(mensaje borrado)
kinbi escribió:Bravo, me ha costado un poco entrar en el texto, un poco confuso al princi`pio, pero me ha gustado mucho.

La pega es que eol no deja justificar los margenes :p

Saludos y espero segunda y tercera parte.


Sí se puede, si sabes cómo.


Gracias por pasaros; y lo siento, Estrella
5 respuestas