360 Grados
“A veces es mejor cerrar los ojos para ver las cosas mas claras”.
La agonía de las ventanas confiesa la llegada del tren. Por sus raíles, la máquina de vapor tijeretea la sombra y el silencio de la noche. Buen momento para el vagabundo que añora el confort cálido del humo tóxico; el mañana no traerá principio de congelación en los dedos de la mano.
La tienda de cuchillos y la de confites abren sus puertas a la misma hora en la mañana. El tendero vestido de azul afila con exactitud el pelador de patatas y me cobra menos que en los grandes almacenes; “he tirado mi vida a la basura”, peligrosa premisa para aquellos que viven entre puntas afiladas.
Camino el asfalto húmedo de Marzo y te busco entre la multitud de Puerta Zamora. El arco iris acaricia tu cuello y me anuncia que he encontrado los trescientos sesenta grados de entusiasmo. Aprendo que los azotes de realidad son más fáciles de esquivar con un cascabel en el zapato derecho.
La noche desimanta las brújulas; extraños relojes inmóviles, inmunes al tiempo; sin minutos y sin rumbo trapicheo con la luna y consigo un trato maravilloso: este espejo de plata para verte en tus ausencias oscuras, bien vale el último retazo de mi cordura. ¿Quién es la más guapa del reino?
A ratos, la primavera se adelanta a sus días, coloreando el alumbrado de la ciudad en tonos que huelen a promesa de lluvia. Quisiera darte las gracias por el escondite secreto y por ahogar mi pena de siempre en el azúcar moreno de tu sonrisa. Gracias.
De entre todos los sitios del mundo estás aquí, en la cumbre de los momentos, y es por eso que sellas la misma puerta del infierno; no sin antes rescatar al diablillo de ojos tristes ¿Dónde me llevas? No importa demasiado, en el cielo las estrellas vibran esta noche por nosotros.
El maquinista avisa a los señores pasajeros y pone rumbo a la oscuridad. El tren besa el horizonte y desaparece dejando una estela de humo a su paso.