De los poquísimos juegos que de verdad me han devuelto a la era de los 8-bit. Los diseños de niveles son geniales, ahora, eso sí, no aptos para llorones. Aquí hay que sudar, pero no como en esos juegos donde todo te mata de forma absurda, sino porque la dificultad está muy ajustada y si te matan es sencillamente porque no has sido lo suficientemente bueno. Como antes, que cuando te hacías un juego te sentías un héroe. Además, lo de los dos mundos está flipante. Recomendadísimo.