Aferrada a una espalda de arena, ante el vaivén de las olas, me deshago como la espuma, a bocanadas de tierra, de arena, de humo, de agua salada. De miradas nocturnas y perdidas. Vivo aferrada a una espalda de hielo. A un pecho dulce y suave, salado y erizado por las aves. A unos brazos enredados en mi pelo, rendidos ya los cuerpos, sobre la roca devastada por los mares. Ante el vaivén de las olas que salpican nuestros huesos, vivo eternamente por tu mirada de estrellas fugaces.