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En defensa de la delgadez...
Cada dia estoy mas molesto, con lo que yo llamo los comentarios "metomentódicos".
Vivimos tiempos en los que se dice "persona con capacidades diferentes" en vez de "discapacitado" (que a su vez también puede ser un eufemismo de "paralítico"), que la palabra "negro" todavía suena un poco agresiva a los más puristas y que la fealdad es una belleza atípica o, si me apuras, picassiana, como en el caso de Rossy de Palma. Las personas ya no son gordas sino que son gruesas, grandes o tienen sobrepeso. Pero, ¿sabéis qué? Que aunque a veces me parece un poco irritante tanta corrección política, siempre me ha llamado la atención que conmigo, como persona delgada que siempre ha comido todo lo que ha querido o incluso ha tenido problemas para ganar peso, la sociedad sea, por lo general, bastante manera inmisericorde, presumiendo que mi ego está totalmente protegido a los ataques gracias a mis bajos niveles de grasa.
Frases como "chico, que de perfil casi ni se te ve" o "a ver si comemos un poquito" o "es que casi da grimita verte" han formado parte de mi día a día desde bien chiquitín (hasta hace unos años, porque ya la barriguita empieza a aparecer, todo sea dicho). Pero, si bien mi ego por otras razones está bien provisto y me suele dar bastante igual, el otro día me encontré con alguien también de mi "club" que estaba hasta las pelotas. "¿Qué pasa si tengo un día malo y ese tipo de comentarios son la puntilla que me hace cagarme en todos tus muertos y recordarles aquel estudio científico que decía que la obesidad perjudica al medioambiente?", me decía. Y creo que tenía buena parte de razón.
¿Qué pasaría si se aplicara la misma diplomacia a la gente con kilos de más?: "¿Cuándo vas a dejar de comer tú?" o "vaya michelines" o "cuidado que no cabes por esa puerta". ¿Verdad que suena bastante soez? Efectivamente lo es. Sin embargo, aunque tampoco quiera hacer de esto una causa y no niegue que, en general, es más fácil andar ligero por la vida, parece que pocos se han parado a pensar que, quizá, la delgadez de muchas personas (la mayoría) no tiene nada que ver con un éxito persiguiendo el ideal de belleza sino con una cuestión de constitución y metabolismo. Y que muchas veces uno puede estar tan disconforme con su cuerpo como sucede en el otro lado de la báscula. Tal vez nos apetezca ponernos como un toro y solo conseguimos un brazo discretamente fibrado y un pecho simplemente incipiente. También existe el complejo de tirillas o de "saco de huesos" y nadie se ha parado a pensar que hay que tener un poco de tacto con este tipo de conflictos que genera la delgadez no elegida. Sé que es difícil articular este discurso, porque parece un llanto de Sofia Coppola, una queja con un pelín pija, casi obscena para aquellos que viven obsesionados con la dieta. Pero aun así quería intentarlo.
¿Qué se esconde, entonces, detrás del ataque impúdico al delgado? Quizá sea una válvula de escape para compensar esa obligación a frenar la gestualidad cuando ves a una persona con obesidad mórbida, y entonces el insulto al flaco o la flaca es un acto de liberación, de desahogo. A lo mejor se esconde algo de envidia. "Uy, ¡qué blando estás con lo flaquitín que eres!", "¿Pero dónde metes todo eso que te comes?". Creo ver algo de doble discurso en esa sociedad que se queja de la dictadura de la imagen delgada y a su vez presupone que la gente delgada está por encima del bien y del mal.
Hagamos un ejercicio de magnanimidad: si la corrección política no ha llegado a nosotros, al menos nos ahorramos la mirada condescendiente, que la verdad es que creo que eso me irritaría un poco más. No es el único sector afectado por estos comentarios "metomentódicos". Por ahí andan los solteros (tenía un amigo que siempre contestaba a la pregunta "¿cúando vas a sentar la cabeza?" con un "¿cuándo te vas a separar?") o los amos de casa ("¿cuándo vas a encontrar trabajo?"), que sufren el síndrome de haber decidido apostar por modelos de vida que otros consideran estados transitorios. Así que hagamos también un ejercicio de responsabilidad y, en vez de esforzarnos por ser políticamente correctos, trabajemos el arte de dejar a la gente en paz, así como concepto general.