Hola a quien lo lea.
En medio de la autopista no hay sitio para los lloros, en el momento en que uno se descuida le pueden atropellar a uno. Más de noche y en la noche en la que me encuentro, la más oscura de las noches. Estoy intentando salvar a una cucaracha que anda de carril a carril, desafiando la paciencia del destino.
Ahora no la veo.
Ahora el que anda perdido soy yo, mirando vagamente las luces acompañadas de bocinas indignadas que velocean a mi alrededor... ¿Donde estás cucarachita? ¿Donde estás? Estoy cansado de buscarla, cansado de buscar.
Me acurruco como un bebé cansado en medio de un carril y escucho un grito de ruedas que se desgarran contra el asfalto, un grito desesperado y que se acerca cada vez más.
Ahora mi rostro está viscoso y en contacto con el asfalto, me pongo a saborear la sangre que hay en mi boca mientras pienso en esa cucaracha que se ha perdido por mi despiste.
Que lástima, la cucaracha puede resistir la radiación residual de una bomba atómica pero se ha ahogado en el charco de sangre que tengo delante de mi cara.
Es cierto eso que se dice, que el último sentido que se pierde, antes de morir, es el del oído. No veo nada pero acabo de escuchar a una niña gritar de horror y a alguien decir "Ponle una manta o algo encima ostias".
Un saludo.