A principios de la temporada 2009/2010 el Albacete visitaba a un Celta en horas bajas. El hecho de flirtear con la zona baja de la tabla y arrastrar varias temporadas seguidas en segunda división, habían hecho mella en la escasa asistencia celeste a Balaídos. Apenas 8.000 espectadores contemplaban la momentánea victoria de su equipo tras el gol de Iago Aspas, cuando el técnico visitante, Pepe Murcia, manda a calentar a Salva Ballesta. El veterano delantero acata la orden y acude a la zona habilitada para ello donde ya hacen los propio tanto compañeros como rivales. A partir de ahí las imágenes hablan por si solas.
La cercanía con la zona donde se sitúan los seguidores más radicales del equipo vigués desembocaba en una serie de «cánticos» inadmisibles dentro de cualquier estadio. «Salva Ballesta, tiro en la testa» o «ETA mátalo» fueron algunas de las «perlas» que le dedicaron. La desagradable escena llegó a su fin en el minuto 59 al retirarse al banquillo para entrar en el terreno de juego por su compañero Stuani.
Este hecho refleja la fiel metáfora del por qué la directiva del Celta, presionada por los tristes protagonistas de aquel día, ha decidido vetar la llegada del ex-jugador como segundo del nuevo entrenador, Abel Resino. Y es que los «Celtarras», hooligans antifascistas como reza su blog y abiertamente nacionalistas e independentistas gallegos, no toleran que Salva muestre sin complejos el orgullo que siente de ser español.
Nada más conocerse la noticia de su inminente llegada, varios simpatizantes del Celta mostraron su rechazo en las redes sociales tildándole de «facha», «fascista» e incluso «nazi». Al cabo de unas horas el protagonista dejaba claro en los micrófonos de Radio Marca que había recibido la noticia de su no contratación vía telefónica, «esta mañana cogí el coche muy feliz para ir a Vigo hasta que recibí una llamada del preparador físico, de Miguel Peiró. Me dijo que querían hablar el 'mister' y el presidente conmigo porque había una situación en la que un grupo de aficionados del Celta no están a favor de que yo vaya para allá. Ya había salido de Málaga, iba por Madrid y me llamó el presidente para decirme que no iba a poder ser».
En el club vigués han declinado valorar la situación del que en principio iba a ser el segundo de a bordo en el barco de Abel, «nosotros sólo hablamos de los trabajadores del club». Pero a pesar del silencio dos cosas quedan claras: Una, el desmesurado poder de «Celtarras» dentro del club, y dos, como ha expresado el propio Salva, «es una pena que en los tiempos en los que estamos se confunda la política con el deporte».
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