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El móvil de Alberto sonó. Miró la pantalla. Era su novia. Tenían pensado ir al cine esa misma tarde.
-Dime, cariño – contestó Alberto al teléfono.
-¿a que hora es la película?
-Había pensado ir a la segunda sesión a las seis y media ¿No puedes venir? – Preguntó él - ¿prefieres que vayamos otro día? ¿O mejor a otra sesión?
-No, la segunda sesión está bien, pero me ha pedido mi amiga Claudia que me acerque a verla y quería que me acercases después de la película – respondió María.
- Sin problema. Subimos en coche y al terminar te acerco. ¿Por donde vivía? ¿En las Hervencias o así?
-Esa es Cristina. Claudia vive cerca de la residencia de Decanos. Se mudaron allí hace unos meses porque empezó a trabajar su madre allí – comento ella.
-Sí. Ahora que lo dices, recuerdo que me lo contaste. Paso a recogerte a las seis menos cuarto.
-Muy bien.
-Hasta luego, cariño.
Llegaron con tiempo de sobra para la película. Siempre procuraba llegar con tiempo porque no le gustaba perderse ningún tráiler de las películas. Era la remasterización de una antigua película a la que se le había añadido digitalmente color. Se había hablado mucho de ella porque los resultados eran realmente buenos y parecía una película de ese mismo año.
Al terminar la película, Alberto salió feliz y encantado. Según él superaba a la original ya que le daba una nueva dimensión que no se apreciaba en blanco y negro.
Alberto acercó a su chica a casa de su amiga. Paró el coche delante del portal.
-¿Quieres que suba contigo? ¿Te vengo a buscar?- preguntó él.
-Parecía muy alterada, es mejor que no subas.
-¿Quieres que te venga a buscar y luego vamos por ahí?
- No es necesario. Me iré andando a casa. Mañana tengo que hacer cosas
-Como tú quieras, cariño – respondió cariñoso Alberto.
María se bajó del coche y tocó al portero. El portal se abrió y pasó adentro. Alberto arrancó el coche y puso rumbo a su casa. Aunque llevaba varios años saliendo con ella seguía enamorado como el primer día. Llegó a su casa, guardó el coche en el garaje y subió al primer piso en el ascensor, que era la planta donde vivía. Su madre tenía guardia ese día, por lo que no estaba en casa. Su padre estaba viendo la tele en el salón, con los pies encima de la mesa, algo que odiaba su mujer, por lo que ahora solía poner un cojín para que no dijese nada. Adrián el hermano de Alberto estaba en su habitación jugando al FIFA en la consola.
Entró en su habitación y encendió el portátil. Se sentía inspirado para escribir. Tenía una novela entre manos. Mucha gente le había animado a intentar publicarla pero no estaba seguro de que fuese lo bastante buena. Dejo el móvil al lado del equipo.
. El cine le producía mucho cansancio a María, por lo que no volvían a hablar en ese día, pero quería tener la seguridad de no perderse ninguna llamada.
Se acercó a la cocina a cenar algo. Los días en que su madre tenía guardia solían cenar cualquier cosa. Alberto manejaba bien la cocina, pero como no tenía demasiada hambre se hizo un bocadillo de forma rápida y se fue al salón a comerlo. Tenían una bandeja para esas situaciones y le gustaba usarla.
Al verle con el bocadillo su padre tuvo la misma idea y enseguida se unió a él. Sintonizó el canal de cine. La película que estaban poniendo ya la había visto pero no le importó volver a vela.
Cuando hubo acabado esa película, decidió que era buen momento para ir a dormir. Al día siguiente tendría que ayudar a su padre en la clínica y tendría que madrugar.
La mañana transcurría muy lenta para él, ya que no era su actividad favorita. Poco después de mediodía decidió que era buen momento para llamar a María.
-Buenos días, cariño – dijo cuando su novia descolgó el teléfono - ¿Qué tal lo pasaste ayer con Claudia?
- No demasiado bien. Está muy alterada. Se pasó todo el tiempo que estuve allí llorando. Decía algo de una maldición que le había echado una señora con la que se había cruzado por la calle y que sus orejas eran grandes y feas porque se habían vuelto puntiagudas – comentó María.
-¿Sí? – se sorprendió Alberto
-Que va, nada ha cambiado en ella, pero cree que sí y no deja de llorar. Me pidió que me acerque esta tarde ya que es con quien más confianza tiene.
-¿Me llamas cuando termines con ella? –pidió Alberto.
-Sí, espero no tener que estar toda la tarde con ella –explicó María
-De acuerdo, cariñin. Pues esta tarde volvemos a hablar- se despidió.
Claudia y María eran muy buenas amigas. Los padres de Claudia estaban separados, por lo que solo se veían seis meses al año. Habían conseguido que pasase medio curso en un lado y el otro en otro distinto. Había explicado que era un programa experimental de conciliación de familias separadas.
El teléfono de Alberto sonó cuando volvía de ayudar a su madre con la compra. Lo contestó enseguida.
-Dime, ¿Cómo te ha ido con Claudia?- preguntó Alberto descolgando el teléfono
-No muy allá. Sigue convencida de que ha cambiado, pero sigue todo igual. Ahora ha empezado a decir que mis orejas están cambiando.
-¿Tu has notado algo?
-No, pero me esta asustando. ¿Y si hace alguna tontería? La conozco desde la guardería.
-No hará nada raro, ¿verdad?
-No lo sé, nunca la había visto así. Sus padres dicen que casi no come y no sale de su habitación.
- Tenía pensado que cenásemos en la pizzería.
-Vale, ¿vienes por aquí a las ocho y media?- indicó María
-Había pensado que nos viésemos antes, a las siete y media- comentó Alberto
-Necesita alguien que esté pendiente de ella. ¿Por qué no te pasas a esa hora por aquí mejor?
-Está bien, voy por allí a esa hora.
-Luego nos vemos entonces.
-Muy bien, te quiero. Hasta luego- se despidió Alberto
-Adiós.
Alberto llegó puntual a su cita. Tocó al portero y le abrió la puerta la madre de Claudia
-Están en la habitación de Claudia –indicó
-Gracias- respondió él.
La madre de Claudia le acompañó a la habitación.
Claudia y María estaban sentadas en la cama. Claudia miró con ojos llorosos a Alberto.
-Por favor ayúdame. Nadie me cree. Creí que con María sería distinto, pero todos sois iguales. Por favor dime que me crees. Dímelo. Si no me volveré loca.
-Hola Claudia – dijo Alberto asustado – Te veo… distinta.
-Gracias – respondió emocionada ella
-Tenemos tiempo de sobra. Ahora que estas más animada, podríamos dar una vuelta por la zona – propuso María. Alberto asintió.
-Sí, vamos ahora – Claudia había dejado de llorar de golpe y parecía completamente decidida
Alberto, María y Claudia salieron a la calle. Claudia caminaba rápidamente. Alberto y María iban detrás siguiéndola. Parecía tener el camino marcado en su cabeza ya que no miraba hacía atrás en ningún momento.
-Tenemos que volvernos, nos hemos alejado mucho –indicó María.
-Ya estamos cerca – contestó ella.
Alberto miró a María. Tenían que darse la vuelta si querían llegar a la pizzería. María indicó que esperase un poco más.
-Aquí es – Claudia había llegado a la entrada de una vieja casa – Tenemos que entrar.
-Es extraño, esta zona es muy nueva, pero esta casa parece tener más de cien años –observó Alberto.
-Deberíamos volver. Estamos muy lejos de tu casa – insistió María.
- No, vamos a entrar. Todos.
Alberto miró asustado a su chica. Tenía razón en lo que le había contado sobre Claudia.
-Tenemos que acompañarle. Se puede hacer daño – susurró María
-Tienes razón confirmó Alberto.
Entraron en la casa. Aunque la casa era grande y de varias plantas la escalera estaba caída y no se podía acceder a las superiores.
-Es por aquí- indicó Claudia.
Pasaron a un pasillo. Se veía una puerta al fondo. Producía una sensación de desasosiego en Alberto y María ya que permanecía inalterada por el paso del tiempo. Claudia se dirigió directamente a ella. La habitación permanecía como el primer día. Por algún motivo desconocido se había quedado congelada en el tiempo. Incluso la iluminación funcionaba a pesar de estar la casa abandonada.
Cuando hubieron entrado Claudia cerró la puerta.
-¿Qué hacemos aquí? –preguntó María. Alberto observaba sorprendido a su alrededor.
-Este es el lugar. Aquí conseguiremos que el mundo descubra nuestro verdadero aspecto.
-No tiene gracia, ninguna de hecho. Abre la puerta, ahora – Alberto se había puesto serio al verse encerrado en la habitación de una casa tan extraña.
-No. Venid aquí. Hay que formar un círculo y repetir lo siguiente, después de mí.
Grandes dioses del pasado, el presente y el futuro, haced que la verdad se muestre ante los ojos del mundo y que la ocultación del diablo desaparezca para siempre.
Se produjo una ráfaga de luz que inundó toda la habitación. Cuando sus ojos se recuperaron, pudieron ver que la habitación estaba arrasada al igual que el resto de la casa.
-Ya está hecho. Podemos irnos – informó ella.
-No sé lo que ha pasado, pero a sido lo más extraño que he visto nunca – comentó Alberto a su novia.
-Ya te dije que estaba muy extraña – respondió María.
El camino de vuelta se les hizo mucho más corto. Acompañaron a Claudia a su casa. Su familia se alegró al verla más animada y sin llorar.
-La mañana del nuevo día mostrará la verdadera apariencia de cada persona – dijo místicamente Claudia.
-Tendrías que verme con los pelos que me levanto por la mañana –bromeó María. Alberto sonrió.
-¿Qué crees que ha sucedido en la casa? –preguntó Alberto una vez en el coche
-No lo sé, nunca había visto algo así. Se nos ha hecho muy tarde para la pizzería, creo.
- Cierto, habrá que ir otro día.
-Pasa la noche conmigo. Estoy sola en casa toda la semana.
-Muy bien. Luego podemos ponernos una película. Tengo aquí Los chasqueadores con Nicholas Cage, Helena Bonham Carter y Jhonny deep. En filmaffinity hay un tal Petiso que dice que es la mejor que ha visto nunca.
Después de la película se fueron juntos a la cama.
A la mañana siguiente, María fue la primera en despertar. Se quedó contemplando como dormía él. Cuando despertase tendría que explicar ciertas cosas, pero mientras tanto todo estaría tranquilo.
Alberto despertó Contemplo como le observaba su chica.
-Buenos días – dijo a modo de saludo - ¿Qué te ha pasado?
-¿Qué me ha pasado? ¿A que te refieres? – se hizo la inocente
-Toda tú has cambiado. Tu pelo, tus ojos, tus orejas, incluso tus manos- pregunto extrañado Alberto.
-Puedo explicarte todo lo que ha pasado ayer y hoy.
-Entonces, ¿sabías lo que estaba haciendo Claudia? – volvió a preguntar
- Sí. Acaban de convertir a Claudia y no todo el mundo lo lleva bien. Lo que no sé es como habrá conseguido averiguar como desactivar la ocultación
-¿cómo?- Alberto esta atónito.
- Siempre he sido una elfa. Tú lo eres ahora también. Mi misión era convertir a todo el que pudiese y cuando empecé contigo me enamoré – se sonrojó. Claudia fue convertida por uno de los profesores del colegio. No habría sabido nada si no se hubiese cruzado con esa señora.
-Espera, ¿Hay elfos y yo soy uno de ellos y Claudia también?- estaba a cuadros.
-Sí, desde hace tres años eres uno de nosotros – contestó.
Alberto salió rápidamente de la cama y se fue al baño a mirarse. Lucía el mismo aspecto que su novia excepto por el color del pelo que era amarillo intenso en vez del rosa intenso que lucía ella.
-¿Por qué convertís a la gente? – siguió investigando Alberto
-Siempre se necesita gente ya que los elfos están en peligro de extinción. Todo esto no habría ocurrido si esa maldita señora no le hubiese mostrado a Claudia su verdadero aspecto.
-¿y ahora que?- indagó un poco más.
-Al haberse descubierto el pastel, esta previsto que se aprueben una serie de leyes como protección para los elfos. Pero aún así serán tiempos difíciles.
Alberto abrazó a su novia. Aunque descubrir todo lo que había averiguado había sido una gran impresión para él, se sentiría feliz mientras tuviese a María a su lado.