Tras largos años de tropezones y pasos en falso, AMD ha
recuperado el pulso como fabricante de procesadores con la gama Ryzen. Su nueva familia de chips le ha devuelto casi literalmente la vida, pero a pesar de su éxito en el mercado de consumo hay otros segmentos donde su presencia podría mejorar. Uno de los más notables es el de los sistemas integrados, donde supo (o se vio obligada a) encontrar refugio en sus peores momentos.
Pensados para equipos tan poco "sexis" como clientes livianos, sistemas de visión computerizada para fábricas, aparatos médicos e incluso máquinas tragaperras, estos chips mueven una importante cantidad de dinero que AMD no piensa dejar escapar ahora que le vuelven a ir bien las cosas. Aquí es donde entran en escena los
Ryzen Embedded V1000 y Epyc Embedded 3000.
La línea Ryzen Embedded es interesante por el hecho de que
integra su propia GPU Vega con entre tres y once núcleos de procesamiento gráfico. En cuanto a las CPU en sí mismas, se mueven entre los dos núcleos y cuatro hilos del modelo más básico y los cuatro núcleos y ocho hilos del más potente. Igual de importante es el TDP, que se mueve entre los 12 y los 54 vatios dependiendo del procesador.
En cuanto a los Epyc Embedded 3000, estos procesadores de mayor potencia han sido diseñados para hacerse un hueco en servidores de almacenamiento en la nube, virtualización, infraestructura de red y
edge computing (captura y análisis local de datos).
Son más modestos que los
Epyc convencionales, con cuatro a dieciséis núcleos y 64 pistas PCI en lugar de 128, pero también tienen un consumo muy inferior e incorporan todas las funciones de seguridad avanzadas vistas en sus hermanos mayores.
Si bien aún es pronto para saber si AMD podrá incrementar sus ventas en este mercado tan poco llamativo como importante, la compañía prevé que estos nuevos procesadores aporten su granito de arena para lograr un
crecimiento de dos dígitos a lo largo de 2018.
Fuente: Tom's Hardware