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La ley dice, claramente, que «debe estar apagado todo» para echar gasolina: no sólo los motores y las luces, sino los sistemas eléctricos (como la radio) y los dispositivos emisores de radiación electromagnética (como los teléfonos móviles). Sin embargo, un portavoz de la Dirección General de Tráfico señaló ayer a este periódico que los móviles deben estar apagados «sólo en el momento de repostar, es decir, cuando la persona está con la manguera en la mano para echar combustible». Es decir, la mujer que cruzó la gasolinera caminando tenía derecho a utilizar su móvil. La misma fuente indicó que los empleados «deben advertir a los clientes», y que «no se han dado instrucciones explícitas a la Guardia Civil para que vigile con más intensidad las gasolineras. Esto no es una norma recaudatoria. De hecho, hay muy pocas multas a lo largo del año como consecuencia de que la gente reposte con las luces encendidas».
[...]Sin embargo, no hay ninguna prueba documentada de que el correcto funcionamiento de un teléfono móvil pueda causar una explosión.
De hecho, se ha determinado que en algunos casos en los que la supuesta víctima del teléfono móvil realmente se había inventado la historia para no desvelar que estaba fumando un cigarrillo mientras ponía gasolina, dando lugar así a una denuncia por conducta imprudente (está terminantemente prohibido fumar en las gasolineras).
El único caso en el que un teléfono móvil podría causar una ignición de los vapores de gasolina presentes en una gasolinera sería si su batería fuera defectuosa -realmente defectuosa- y se produjera un cortocircuito interno que pudiera generar suficiente energía (en forma de chispa) como para causar la ignición o explosión del carburante. En todo caso también podría producirse por un desperfecto de la batería del coche, o por cualquier fuente eléctrica presente.