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La primera serie de imágenes, grabadas por una pareja italiana desde el balcón de su casa, comienza cuando la pelea ya ha terminado. El empresario se aleja del lugar. Le sigue un hombre marroquí que, según declaró ante la juez, le intentó tranquilizar y logró que llamara por teléfono a los Mossos. Benítez estaba nervioso y denunció que le habían robado a su perro. Los atestados —refutados por dos testigos y, ahora, por las grabaciones— señalan que, cuando llegaron, la refriega seguía viva y los mossos tuvieron que separar a los dos hombres. Una agente intentó impedir que Benítez se marchase y éste, siempre según la versión policial, trató de morderla.
El primer vídeo que exhibe la actuación policial —seguida por decenas de curiosos— dura dos minutos y 33 segundos. Benítez está ya en el suelo y tiene a cuatro policías encima suyo. Al inicio de la grabación, el hombre opone resistencia, y los agentes intentan cogerle pies y manos. Uno de ellos le propina tres rodillazos. “¡Madonna, son cuatro contra uno!”, se oye decir a una de las personas que graba.
La juez pide identificar a los ocho ‘mossos’ que redujeron a Benítez
Benítez profiere alaridos de dolor y se revuelve, mientras cuatro agentes siguen encima de él, agarrándole. En las imágenes, en algunos momentos poco nítidas, apenas se ven los brazos y las piernas de Benítez, agitándose. Tras los primeros 40 segundos, llega una ambulancia, y el mismo agente que pega los tres rodillazos a Benítez pide a varias decenas de curiosos que se marchen de lugar. Luego llega un coche de refuerzo y varios agentes más a pie. Uno de ellos se acerca y le propina dos patadas más a Benítez. En ese momento, la joven italiana que graba pregunta a su compañero: “¿Qué debe haber hecho?”. Este le responde: “Se estaba escapando, le han dicho que se parase y no se paraba”.
Poco después, una agente que interviene en la reducción se separa repentinamente del grupo, sin que quede claro qué sucede. Otro de los agentes le da hasta cinco puñetazos a Benítez. Esos golpes corresponden necesariamente con la parte superior del cuerpo del empresario, puesto que medía 1,62 metros y se vislumbran los pies en la parte opuesta en la que le pegan. Benítez chilla tanto que la mujer italiana lo define como “el grito de un cerdo”. Otro agente se acerca a la zona e interviene también. Al acabar el vídeo, cinco personas están encima de Benítez. La mossaque inicialmente se había alejado está cerca, mirando. Varios vecinos les recriminan: “¡Dejadlo!”.
El segundo vídeo, grabado desde un balcón al otro lado de la calle, dura un minuto y 16 segundos. Por las maniobras policiales y el estado en el que se encuentra Benítez —que ya no se revuelve ni grita— todo indica que es posterior al primer vídeo, aunque no hay ningún dato que lo clarifique.
Cinco mossos permanecen encima del hombre mientras otros tres están algo más alejados. Un agente saca del bolsillo una cuerda blanca —previsiblemente, para atar a Benítez— mientras los otros siguen ejerciendo fuerza sobre él. En un momento dado, un policía —el que está más cerca de la pared— propina, en dos tandas, un total de seis puñetazos sobre el hombre. La escasa calidad de las imágenes (es de noche) no permite apreciar si los golpes se dirigen contra la cabeza de Benítez. Pero los testigos que han declarado ante la juez afirman que la testa del empresario estaba junto a la pared.
Según el examen forense, cuando Benítez murió tenía rotos un diente, un pómulo, la nariz y una ceja, presentaba heridas en los labios, un golpe en la cabeza y en la parte frontal derecha de la cara, así como una fractura del metacarpiano derecho. Además, presentaba lesiones por los brazos, las piernas, las rodillas y la zona lumbar. La autopsia señala que todos esos golpes son compatibles con “puñetazos o patadas, sin descartar otros similares”.
Los forenses dividen las heridas en dos clases: de defensa y de ataque. Las de defensa —en brazos y antebrazos— indican que una o varias personas “le sujetaron por las extremidades superiores” y que Benítez “recibió golpes e interpuso las extremidades superiores para protegerse”. Las de ataque —la fractura del metacarpiano— es la típica de “dar un puñetazo a una persona o una cosa”.
Por todo lo anterior, los forenses concluyen que la muerte de Juan Andrés Benítez es de naturaleza “homicida”, aunque eso dista mucho de aclarar quién le infligió esos golpes en la cabeza que le ocasionaron un ataque al corazón: ¿Él mismo, la persona con la que se peleó o los agentes de los Mossos durante su detención?