Atanasio vio por primera vez la luz del sol hace 75 primaveras, y no porque hubiera sido vampiro anteriormente sino porque fue el día en que nació en un pueblecito de Sevilla de cuyo nombre no quiero acordarme. Fue un día lluvioso, nublado y mustio. Como la mayor parte de su vida. El desde muy pequeño soño con vivir mil aventuras en la pequeña gran ciudad de Sevilla, cuna entonces de los señoritos más señoritos de la península más isla del mundo, España. Soñó una y mil veces con tener una casa en la mejor parte de la ciudad. Eran sueños de un chiquillo de 10 años. No me pidan exactitud porque yo fui amigo de Atanasio durante mucho tiempo y cuento ya con demasiados años a mis espaldas, prueba de ello es el gran dolor de espalda que siempre tengo. Esos sueños fueron asentándose en la pequeño cerebro de aquel niño que poco a poco fue creciendo hasta que llegó a la edad de 13 o 14 cuando las bombas caían con poca asiduidad y mucha fuerza sobre los tejados de la ciudad. Apenas caían en su pueblo. Él añoraba la ciudad porque quería tomar parte en aquella estupida guerra como son todas y cada una de las guerras. Porque quizás el era estupido también. Nunca se sabe.
Entonces era temerario, soñador, aventurero .Y ese ímpetu le llevó a adentrarse en la jungla urbana, pero la vida le fue
haciendo tímido, soso y asustadizo. De gran "ayuda" fue su trabajo en el banco de españa, al principio como recadero- traeme esto, traeme lo otro, Anastasio- hasta llegar a ser uno de los oficinistas más eficaces de toda la entidad, lo que no me parece gran cosa viendo la calma con la que se tomaban y aún se siguen tomando su trabajo los empleados de banca. A los veintipocos se casó con una no tan bella mujer de nombre Rosa cuya principal virtud, según él, era que sabía cocinar muy bien. Gracias a Rosa y a sus guisos los cuarenta años pillaron a Atanasio con una barriga que más que prominente era omnipresente. Y esa barriga no menguó sino que con los años se asentó y fue acomodándose como podía al mostrador del banco.
Llegó el día. Era 13 de Mayo de 2003. El día de su jubilación. Sus aburridos años junto a su mujer, sin haber tenido ni un solo hijo por no se qué razones, se presentaban ante la perspectiva de estar sin trabajo aún más aburridos. Y así fue. Y asi fue. Intentaba rellenar sus días frente al televisor. Pero pronto se aburrió. Pensó en dedicarse a leer libros,pero en realidad no le gustaba leer,en hacer deporte, pero su barriga no lo aguantaría, pensó en suicidarse pero no quería dejar a la pobre Rosa cuyo nombre ya no hacia ninguna alusión a su naturaleza, pues estaba marchita por los años, su pelo antes dorado se había tornado en blanco marmóreo, y su piel comenzaba a ceder por el peso de los años como la espalda de Atanasio. 10 años pasó Atanasio en esta deriva vital. Hasta que se resignó a esperar a la temible dama negra- que no viuda, puesto que él era un buen cristiano- la muerte. Comenzó a obsesionarse y asustarse sobre cuando lo encontraría: si durmiendo la siesta al tácito son de la tarde amarilla, si viendo la television entre cabezaditas furtivas que no permitían seguir coherentemente una película o peor en un hospital lleno de tubos por todos los orificios de su cuerpo excepto por el más trasero de todos. Y en aquellos pensamientos casi enfermos, casi fue divagando todos los dias en que se levantaba de la cama pensando en que era un milagro haberse levantado. Pero hay veces que dejamos pasar por delante milagros que son más simples que lo que cualquier dinero nos pueda traer o menos milagrosos de lo que nosotros creemos. No obstante ,esos milagros son los que correctamente apreciados nos convierten en los más dichosos, la vida y el amor. Lastima que Atanasio no los encontrara.........