Relato de una experiencia personal y traumática:
Yo llegué puntual, pero nervioso. Ella me esperava. Cuando me vió, me llamó, pero yo me hice el remolón. Al final me acerqué, poco a poco, y ella me dejó espacio para sentarme en el sillón.
Aunque no era mi primera vez, estaba tenso y ella lo notó. Entonces decidió llevarme a la cama que había en la otra habitación.
Me hizo tumbar, yo hacia arriba, mirando el blanco techo. Todavía seguía nervioso. Ella me preguntó si jugaba al futbol, que era parecido, pero yo le contesté que no.
Me dijo que respirase hondo y suavemente. Entonces ella aprovechó para ponerme la gomita, rápida y fuertemente, como si tuviera largos años de experiencia.
El tiempo se detuvo para mi, haciendose lento; siendo en realidad un espacio mucho más corto del por mi imaginado.
Sentía un ligero dolor y cierta presión sobre la zona, sobretodo cuando le daba por sacar y meter. Incluso cuando estaba en medio de la faena le dió por preguntarme mi nombre. Los pies se me movian con ciertos tics nerviosos, de derecha a izquierda, y empezaba a tener ese sudor frio, que provoca más nervios. Pero aun así, y aunque ella ya sabía la respuesta, se lo dije: 'Me llamo Jordi'. Supongo que me hacía hablar para que me relajase, pero no lo consiguió.
Al cabo de unos segundos, interminables para mi, ya se había acabado. Yo le dije que lo lamentaba, y le di las gracias por entenderme. Yo no lo había pasado nada bien, pero ella parecía que sí.
Aunque no era su primera vez, o eso imagino, me manchó de sangre, no mucho.
Me quitó la gomita y se levantó. Yo también lo hice, pero medio mareado. Me preguntó si me encontraba bien, le dije que sí y nos fuimos de aquella habitación.
Fuera me esperaba mi madre, sentada y contenta de haber acabado ya. Y es que lo dicho, no me gustan nada las agujas, y cuando te hacen un análisis de sangre es necesario que utilicen alguna.
Relato escabroso, verdad?
Nos vemos.