Estás sentada en una roca, recortada, justo en medio de la línea que separa el cielo y el mar. Vestida de azul, con una chaqueta en la mano; son las 9 de la mañana, ¿qué haces ahí?.
Te miro, estás de espaldas. Avanzo. Ahora te veo de lado. Tú no me ves. Lloras. ¿Qué te ocurre?
Sigo andando, no sé quien eres, no sé tu nombre, no sé nada sobre tí; eres la chica de azul. La chica que mira al mar, como yo.
Continuo mi paseo, no te apartas de mi mente. Llego al final de mi camino; me doy la vuelta, camino más y más. Llego hasta un punto en el que puedo ver la roca donde estabas; ya no estás. Una chica vestida de azul, con una chaqueta en la mano y el maquillaje totalmente corrido camina hacia mí con el gesto más triste que he visto nunca.
Nos cruzamos, cruzamos la mirada, todavía puedo ver las lágrimas en tus ojos. No puedo borrar esa última imagen de mi retina. De mi boca no sale una palabra. Nunca nos volveremos a ver...
Adiós, chica de azul; nunca sabré por qué llorabas...