Bloque 8-Cap.1-Sarah

Sarah


De entre todas las personas de aquella ciudad subterránea que temieran recibir una llamada como la que le esperaba en un día como aquel, Sarah, casi con toda seguridad, no era una de ellas. No porque no la temiera, sino porque no había pensado recibir una llamada así en su vida. Si lo hubiera imaginado, si alguna vez hubiera pasado por su cabeza la vaga idea de ser llamada de esa forma en un día así, entonces habría pensado que sería la última en ser llamada. Pero no lo fue, fue la quinta.

Sarah salió de su emsimismamiento cuando sonaron los golpes en la puerta. Se encontraba en clase de Aplicación Práctica de la Ciencia Magnética, una de las asignaturas más difíciles de quinto curso y que todo el mundo odiaba. Sarah, amaba aquella asignatura. En realidad, amaba todas las asignaturas y se aplicaba a su estudio más allá incluso que alguno de sus profesores. No era de extrañar pues que recibiera una llamada así.
El rector entró en el aula haciéndo un ligero gesto con la mano al profesor en ademán de excusa por interrumpir la clase. El aula quedó en silencio y el rector formuló la petición que venía a hacer:

-Sarah Millers, haga el favor de acompañarme al despacho

La chica se levantó tan excitada como temerosa por lo que tuviera que decirla y dejó la chaqueta en su sitio cuando al intentar cogerla el rector le hicera una señal de que dejara todo y se diera prisa. Se dio prisa. Aceptó la invitación del rector de pasar primero por la puerta y le siguió pasillo adelante hasta su despacho. Allí, la secretaria, la bonita y tonta señorita rubia que mascaba goma de chicle con la boca abierta sostenía el monitor donde estaba la llamada. Sarah lo cogió para ver quién era el interlocutor que aparecía en la pequeña pantalla. Primera sorpresa, era de las Fuerzas de Seguridad.

-"Señorita Millers, por favor, deje todo lo que está haciéndo y suba al coche que la espera en la puerta. No se preocupe por sus clases, todo está dispuesto."

Antes de que pudiera decir nada la conexión se había cortado. La chica miró al frente y se topó con la mala actuación del rector que fingía en vano no haber estado escuchándo nada. Después con la secretaria tonta y bonita que ya estaba a lo suyo inclinada sobre la pequeña mesa de la esquina.
Salió por las puertas metálicas de la facultad y pisó el suelo metálico que separaba la puerta de los raíles. Allí esperaba un vehículo negro, con ventanas oscuras. Se acercó al coche. Su pelo castaño bailaba en el reflejo del cristal a medida que se acercaba. La puerta se abrió y ella se deslizó al interior del vehículo. Dentro no había nadie. El coche arrancó con inusitada velocidad por el raíl. Cambiaba de un raíl a otro con una rapídez y seguridad nacidas de la experiencia. Se estaba poniendo nerviosa, muy nerviosa. Se entretuvo en mirar las calles metálicas a ambos lados de las red de railes, con sus lunas lumiosas, con sus escaparátes ordenados. Todo aquello bajo la constante y monótona bóveda metálica, con los gigantescos ventiladores funcionando a toda máquina para llenar las calles de oxígeno. Todo bajo la misma atmósfera marrón.

Al fin, llegaron a su destino. El Centro gubernamental de las FS (Fuerzas de Seguridad). El pensamiento de ella se debatía entre la furia y la sorpresa. De entre los millones de habitantes de aquella ciudad, era ella la que había sido injustamente arrancada de la clase de Aplicación Práctica de la Ciencia Magnética y había sido llevada allí. ¡Una de entre millones! ¿O había más?. Obviamente lo ignoraba, como ignoraba en realidad el número de habitantes. Era difícil de saber. Todos los días las excavadoras avanzaban algunos kilómetro en dirección al Punto de Encuentro y eso daba siempre más espacio para ser poblado. La tasa obligada de natalidad estaba en un mínimo de dos hijos por pareja. Desde que la Tierra sufriera la Catástrofe, las ciudades de los humanos supervivientes se fundaron bajo tierra para escapar de la lluvia. Extensísimas ciudades metálicas subterráneas repartidas por la tierra. Algunas conocidas, otras incomunicadas. Las que sabían de las existencias de las otras debidas a la radio, se comunicaban solamente por voz, nadie podía salir al exterior, y si salía era en escasos vuelos de investigación que apenas duraban horas. Nadie había visto otro humano que el que vivía en su ciudad. Pero todas las ciudades, al menos las conocidas avanzaban bajo tierra hacia lo que se había fijado, si las coordenadas eran correctas para todos, como el Punto de Encuentro. Allí todas las ciudades se encontrarían y formarían una sola ciudad bajo tierra, una inmensa y descomunal mole de hierro bajo la superficie terrestre. Aquel era el sueño de todo el mundo, al menos en apariencia.

Así que Sarah no se explicaba nada. No era más que una simple estudiante, vale, puede que la mejor de todos (según ella esperaba) pero al fin y al cabo una estudiante. ¿Que querrían las FS de ella?
Con estos pensamientos avanzó hasta el hall del edificio donde dos soldados la asieron por un brazo y la condujeron, sin contestar preguntas, hasta la sala de reuniones fijada para el evento. Allí entró Sarah y allí fueron contestadas algunas de sus preguntas. Un Alto Mando de las FS estaba sentado con el Gobernador de la ciudad. ¡El gobernador de la ciudad ni más ni menos! Sarah se sentó y, como llevaba haciéndo hasta entonces, preguntó que qué era lo que pasaba. El Gobernador habló.

-Buenos días Señorita Millers, ante todo mis disculpas por como se ha llevado el asunto- El hombre movía los dedos de las manos como señal de intranquilidad- Necesitamos su colaboración

¿Su colaboración? Cada vez estaba más perdida. No habló. Los hombres tomaron aquella actitud como una exigencia inmediata de respuestas claras. Sin dar más rodeos el militar extrajo de la carpeta que tenía enfrente un disco de información. Lo introdujo en la ranura correspondiente y en la inmensa pantalla del lateral apareció lo que Sarah reconoció como un trabajo suyo para la universidad.

-Eso es mío- Dijo ella

-Exacto, es esto lo que necesitamos hablar con usted- El gobernador había vuelto a hablar-. Según usted, señorita Millers, en este trabajo pretende demostrar la ubicación de la Máquina de Lluvia.

El corazón de Sarah se aceleró mientras el gobernador la miraba fijamente a los ojos al hablar. El hombre prosiguió:

-Su trabajo ha sido leído por todos los especialistas de esta ciudad, y ninguno de ellos descarta que usted esté en lo cierto.

-Pero fue solo una tontería, una investigación sin ninguna pretensión. Es solo señalar a boleo con el dedo.

-¿Insinúa que lo hizo sin ningún fundamento?

Sarah no sabía qué era lo mejor para contestar. Calló.

-No me lo creo señorita Millers. Usted es la alumna más brillante de su facultad, e incluso de la universidad. Su vida social se escribe entre las mesas y lo ordenadores de la biblioteca. Investigamos los libros que pidió al ordenador que le mostrara en el periodo en que usted investigaba para este trabajo. Son los libros acertados que debían ser leídos de forma acertada, y creemos que lo ha hecho. Que ha descubierto donde está la Máquina de Lluvia.

-Supongamos que eso es cierto-dijo ella- Que lo he descibierto...¿Qué pasa entonces?

-A parte de las teorías que explica en el trabajo, ¿Qué sabe de la Máquina de Lluvia?

-Qué se creó con fines humanitarios, para llevar lluvia a los paises secos con el fin de que pudieran prosperar. Pero se utilizó con fines militares, se descontroló y la Tierra quedó sumida en una lluvia eterna que nos relegó a la vida subterránea. Murió la mayor parte de la población mundial. Vamos Gobernador, sabe de sobra que me sé la lección. No estamos aquí para una clase de Historia, ¿Qué es lo que quieren?

-Saber hasta qué punto está usted segura de su tesis

-Ya le he dicho que era un juego, un trabajo sin pretensiones

-¿O sea que su trabajo está mal?

-No- Subió de tono Sarah visiblemente irritada- Ningún trabajo mío está mal. Jamás.

-¿Entonces sigue apoyándo su teoría?

-Sí, por supuesto. ¿Porqué?

-Porque vamos a comprobarlo.

-¿Como?

-Yendo hasta allí.

-¿Quienes? ¿Como van a ir si no se puede sobrevivir fuera?

-Irá un grupo deliberadamente seleccionado para ello. Dos militares, un cietífico, un sacerdote- En ese momento el gobernador puso un tono de molestia- Y una arqueóloga.

-¿Una arqueóloga? ¿Eso es...?

-Sí. Lo que usted piensa.

-Pero ya no hay de eso. No existe nada que descubrir de forma aqueológica.

-Hasta ahora. La máquina será el próximo encuentro de la humanidad con la arqueología de campo.

-¿Quién es ella?

-Usted

-¿Yo?-preguntó Sarah con una risa nerviosa

-Si la expedición no encuentra la máquina a simple vista necesitará de sus conocimientos y su inteligencia para encontrarla.

-Pero yo no quiero ir...

-Nadie se lo está pidiendo- Intervino por vez primera el militar.

La sala se llenó de un molesto silencio. Entonces Sarah arqueó una ceja y preguntó:

-¿Porqué desde aquí?

-¿Como dice?

-Sí, esta ciudad está visiblemente más alejada de la Máquina de Lluvia que otras ciudades que conocemos, si mi trabajo está en lo cierto.

-Así es, ¿y?

-¿Cómo que "y"?- Repuso Sarah indignada- Que pueden partir desde allí

-No, no pueden

-Claro, mire...

-NO, No pueden- Añadió el militar

Otro silencio

-No comprendo- finalizó ella con mirada inquisitiva.

El gobernador miró al militar quién asintió en señal de concesión. El gobernador entonces bajó la voz como si alguien más pudiera oírle y él no quisiera y añadió:

-Todas las ciudades se encaminan al Punto de Encuentro. Pero no nos encontraremos hasta dentro de 142 años según los cálculos. Es trabajoso avanzar bajo la tierra con seguridad. Si nosotros descubrimos la Máquina, y la destruímos, la inmensa ciudad que tiene previsto nacer de toda nuestra unión podría ser gobernada por nosotros. Nosotros tendríamos el poder sobre todos. Seríamos la ciudad más importante, no nos uniríamos a las demás, serían ellas la que se unirían a nosotros.

-Esos pensamientos se castigan bajo pena de traición- Los hombres enrojecieron, quién sabe si bajo la vergüenza o bajo la ira- Además, si destruimos la Máquina-su tono ahí era tremendamente sarcástico- y la Lluvia cesa, ¿Porqué no podrían las ciudades salir al exterior y proliferar libremente?

-No lo harán

-¿Como sabe que no lo harán?

-Porque no lo harán- De nuevo intervino el militar.

De nuevo el silencio reinó en la habitación.
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