Llega el ocaso, el fin del día.
Con él, el deseo de que la carga soportada todo el día desaparezca para siempre.
Ser reina de la noche lejos la losa que eres para mi.
Lejos del saco de piedras que son tus palabras.
El viento acariciará mi piel y borrará cada huella de tí.
Sentiré la mirada limpia de las estrellas, nada que ver con tus ojos teñidos de obsesión.
Pasear, sentir la hierba fresca entre mis dedos me alejará de la sensación espinosa de caminar a tu lado.
Acariciar mi pelo mientras la brisa juega con él borrará de mi cabeza cada pensamiento que obligaste a tener.
Cerraré mis ojos, vendrá a abrazarme el sueño y me salvará por fin de tu presencia anodina,
de tu maldita existencia, del veneno que mi cuerpo produce para matarme y acortar mi existencia consciente de ti.
Pero la noche llega.
La noche que es la muerte de todo lo que tu eres y fuieste ha llegado,
y me regala un mundo nuevo sin ti donde soñar con besos y despertar besada.
Y sonreiré.