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El mago de Ibero asombra al mundo
Martínez de Irujo aseguró su presencia en la final del mano a mano tras un perfecto e inapelable 22-1 a Olaizola II
Juan Martínez de Irujo destrozó ayer a Aimar Olaizola II 22-1 y lo puso todo patas arriba. El chaval de Ibero, sin cumplir su primer año como profesional, se ganó su plaza para la final Manomanista con una autoridad y desparpajo que únicamente están reservados para los grandes. Hizo el partido de su vida, el que se dibuja en la pizarra y se sueña.
La suya fue una actuación sencillamente perfecta en el planteamiento y la resolución. Además de su propia capacidad Martínez de Irujo también contó con el valor añadido del material, de una pelota ideal para sus pretensiones. Le entró siempre en la mano, era fuerte, botona y llegaba fácil atrás. Hacía daño en un frontón como el Ogueta, exigente en los cuadros zagueros. Y descompuso siempre a un Aimar Olaizola que estuvo a partir del saque muy lejos del frontis, reculando y como sirviente.
Recital de recursos
Capada la iniciativa del de Goizueta, Martínez de Irujo tuvo siempre la cabeza limpia para acabar sobre la dejada y las dos paredes. Jugadas que interpretó siempre de forma soberbia. A Olaizola le tocó el primer saque. Hizo el disparo largo, pero aún con todo restable. El resto de Irujo no llegó a buena. Fue el único tanto que en la increíble historia del partido hizo Aimar.
Irujo se puso a la faena, empató con una dejada en la que estuvo lento Olaizola, y comenzó su particular recital. Hizo el 2-1 de saque. El 3-1 de suave zurdazo al ancho. El 4-1, tras madurar el tanto con un sotamano fenomenal. Luego siguió con la dejada y otro saque. Y comenzó a minimizar al rival. Como bendecido por los dioses, Irujo bordaba lo que pensaba. También probó el sufrimiento.
El 10-1 lo elaboró tras defenderse repetidamente antes de inventarse una dos paredes perfecta. El 11-1 le obligó igualmente a padecer, pero llegó a una dejada de su contrario y clavó otra al ancho. A favor de confianza y moral, Irujo fue desarbolando a un rival cada vez más atrás, sin su chispa habitual y que no podía fijar la postura a la pelota.
El de Ibero le soltó con los dos brazos, abrió hueco y siguió terminando el tanto con un desparpajo elocuente. Dio la impresión de que el partido se le hacía corto por momentos. En el 16-1 volvió a sufrir y estar dominado, pero acabó sobrepasando atrás tras una defensa espléndida.
Irujo terminó su lección con un saque, una paradita, una dejada y un gancho a resto de saque. Pareció todo un juego de salón con un Olaizola II disipado e irreconocible en su papel de recadista. Irujo rozó la perfección.