Cap. 27 "Las Sombras del Valle de la Luz"


CAPITULO 27

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Daniel abrió los ojos. Vio los rayos del sol penetrando entre las hojas de los árboles. Todo parecía en calma, solo se oía el susurro del viento entre las hojas, el lejano canto de los pájaros y el relajante murmullo de un arroyo. Daniel sentía una sensación de paz que no había experimentado después de que los mendhires se llevaron a Shela. Observó el paisaje a su alrededor; había multitud de árboles y arbustos, así como de vegetación y, a juzgar por los ruidos que oía, el lugar estaba lleno de vida. Él estaba sobre una especie de hamaca entrelazada con lianas.

Daniel trató de incorporarse; una mano se posó sobre su hombro.
- Tranquilo, debes descansar. De otra manera no podrás recuperarte. Has estado a punto de morir –le dijo una voz de mujer.
- ¿Qué ocurrió con mi amigo? –inquirió Daniel, aún sin ver el rostro de la persona con quien hablaba.
- Tendrás tiempo para verlo –le contestó la muchacha mientras acercaba su rostro al de Daniel para que pudiera ver con quien hablaba.
Daniel observó el rostro de la joven, tenía pelo castaño no muy largo, a la altura de los hombros; Daniel observó sus ojos verdes, estos le transmitieron una sensación de calma y de serenidad.
- Duerme –le dijo ella mientras acariciaba su pelo.
El cansancio y el dolor permanecían en Daniel después del encuentro con el tumyar.

Unas cinco horas después volvió a despertar Daniel. Se incorporó y se bajó de la hamaca que estaba amarrada a dos árboles en sus dos extremos. Daniel se encontraba algo mejor que cuando se había intentado levantar horas antes. Dio un vistazo y vio una casa, esta era bastante grande, constaba de dos plantas y estaba hecha de madera.
- Bienvenido al bosque de las niñas perdidas –le dijo una voz que sonó detrás de él.
Daniel se dio la vuelta y vio a otra joven, esta quizás de unos cuantos años más, aparentaba unos veinticinco. Tenía el pelo corto, de color castaño oscuro, ojos marrones y piel morena. En su rostro se podían apreciar varias cicatrices de gran tamaño.
- ¿Quién eres tú? –preguntó Daniel intrigado. Él no tenía ni idea de donde estaba, ni de por cuanto tiempo había permanecido allí, ni de qué es lo que había ocurrido con el tumyar.
- Yo me llamo Misaré, soy la mayor de las que habitamos en este bosque exceptuando a la sabia Silmirar –respondió la joven estrechando la mano de Daniel.
- ¿Qué ocurrió en la llanura de los volcanes? –inquirió Daniel.
- Ya habrá tiempo para las respuestas –respondió Misaré tratando de quitarle importancia–. Ven conmigo y te presentaré a las otras.

Daniel acompañó a Misaré hacia la casa, ambos entraron en ella. Pasaron a un modesto salón con algunas sillas de madera que se encontraban alrededor de una mesa. Allí había un grupo de muchachas, de mirada curiosa, que clavaban su mirada en Daniel. Daniel estimó que contarían con unos dieciséis o diecisiete años; también vio a la joven que habló con él un rato antes; esta aparentaba algún año más. Sus vestimentas eran similares a las que usaban las jóvenes en el valle de la luz, delicadas y de tonos claros. Misaré y Daniel se sentaron en las dos sillas que quedaban vacías.
- Creo que ya conoces a Yirsal, las otras que ves son Masal, Esistar, Pulima, Mashilá y Bera –dijo Misaré señalando a las muchachas conforme las nombraba.
- Encantado de conoceros –dijo Daniel mientras las saludaba nerviosamente con la mano; nunca le habían gustado las presentaciones, más aún cuando se encontraba en un ambiente que no era el suyo.
- ¿Te encuentras ya mejor? –le preguntó Yirsal–. Antes estabas muy débil.
- Sí, gracias por preocuparte –respondió Daniel, nervioso.
- Tienes suerte de estar vivo, muy pocos de los que se encuentran con un tumyar sobreviven para contarlo –explicó Misaré con gesto pensativo.
- ¿Le ocurrió algo a mi amigo? ¿Dónde está ahora? –inquirió Daniel buscando con la mirada a alguien que le contestara.
Se hizo un silencio, las jóvenes se miraron entre ellas.

- No quiso quedarse aquí, dijo que iría a algún lugar él solo –confesó una de ellas.
- Y tenía un brazo y una pierna quemados –aclaró otra–, le pusimos plantas cicatrizantes, pero en cuanto que pasó un par de horas aquí decidió irse.
- Lo tratamos lo mejor que pudimos, pero no quiso permanecer aquí –relató una tercera con cara de tristeza.
- No ha sido culpa de vosotras –dijo Daniel tratando de tranquilizarlas–. Rosjer es un hombre que en muchas ocasiones prefiere estar solo, pero seguro que volverá.
- Yo también vi sus heridas, las quemaduras ocasionadas por el fuego de los tumyars son muy difíciles de curar. Si no vuelve muy probablemente el efecto del fuego se extenderá por todo el cuerpo y morirá –explicó Misaré.
- Yo intenté decírselo, pero no me hizo caso –se excusó Mashilá.
- No es momento de excusarse –le regañó Misaré–. Debemos encontrar a Rosjer.
- ¿Cómo le curaremos cuando le encontremos? –preguntó Daniel, quien no veía la solución al problema.
- Lo llevaremos ante Silmirar, ella sabrá que hacer –respondió Misaré.

Esa misma tarde se organizaron en varios grupos para buscar a Rosjer. Misaré fue con Masal, Yirsal acompañó a Daniel y Mashilá fue junto a Esistar. Pulima y Bera permanecieron en la casa.

- Ya lo sabéis, no salgáis del bosque bajo ningún concepto –ordenó Misaré al grupo.
- ¿Y si Rosjer ha salido? –objetó Daniel–. No podemos abandonarlo.
Misaré clavó sus ojos en los de Daniel, su mirada transmitía autoridad.
- Él fue quien nos abandonó, es muy arriesgado dejar el bosque. No te puedes imaginar las criaturas con las que te puedes encontrar si sales de él –respondió con gesto serio Misaré–. Si te place puedes irte pero no te lleves a Yirsal contigo.
Daniel no respondió nada.
Los grupos se dividieron y cada uno salió en una dirección distinta. Daniel y Yirsal fueron en dirección noreste, Misaré y Masal tomaron dirección noroeste y Mashilá y Esistar se dirigieron hacia el sur.

Cinco largas horas después, cercano ya el atardecer, regresaron Mashilá y Esistar. En la casa se encontraron con Misaré y Masal quienes habían vuelto diez minutos antes.
- ¿Encontrasteis algo? –inquirió Misaré.
- Nada –respondió Mashilá–. ¿Y vosotras?
- Sólo que el bosque sigue empequeñeciendo; en el límite noroeste vimos más árboles destruidos. Tened cuidado cuando salgáis de la casa, no os acerquéis a la frontera del bosque porque el mal que nos acecha sigue aproximándose.
Daniel y Yirsal llegaron hasta el final del bosque en dirección noreste. Había multitud de árboles arrancados y quemados.
- ¿Quién hace esto? –preguntó Daniel.
- Seguramente los hombres malos que hay más allá de este bosque –respondió Yirsal con la mirada triste.
- ¿Por qué lo hacen? –inquirió de nuevo.
- Este bosque es de Silmirar. Ella es muy sabia y poderosa; saben que mientras ella mantenga su fuerza no pueden hacer nada, pero seguramente esperan debilitarla destruyendo su bosque –le explicó Yirsal mientras miraba con tristeza los árboles destruidos.
- Vamos a volver, pronto comenzará a oscurecer –dijo Daniel.

Ambos emprendieron el camino de vuelta.
- Antes Misaré me dijo que este era el bosque de las niñas perdidas –confesó Daniel–. ¿Qué significa ese nombre?
- Es una historia muy larga –dijo Yirsal suspirando.
- Me gustaría conocerla –le contestó Daniel mirándole a los ojos.
- Hace unos diez años hubo una gran riada en la garganta de Rizpá–Malpá, muchos murieron ahogados –relató Yirsal–. Nuestros padres también lo hicieron. Tanto los de Misaré, Masal y Mashilá, que son hermanas como los de Esistar, Pulima y Bera que también lo son entre ellas.
- ¿Tú no tenías hermanos ni hermanas? –preguntó Daniel.
- Sí, un hermano mayor y una hermana más pequeña –respondió Yirsal emocionada mientras las lágrimas comenzaban a caer por sus mejillas–. Murieron todos en la riada.
Yirsal se echó las manos a la cara y dio rienda suelta a su llanto.
- ¡Los echo tanto de menos! –exclamó entre sollozos.
Yirsal se lanzó a los brazos de Daniel, buscando un abrazo consolador. Daniel no rehusó el abrazo, sino que trato de consolarla.
- Lo siento mucho Yirsal, puedo comprender como te sientes –dijo Daniel con un tono suave mientras Yirsal se desahogaba.

Después de un rato Yirsal se tranquilizó y siguió con la historia.
- Muchos animales murieron en la riada –continuó Yirsal–, se hizo muy difícil conseguir alimento. Nosotras éramos tan sólo unas niñas, yo por ejemplo sólo tenía nueve años, y contábamos con la desventaja de no tener a nuestros padres.
Yirsal se detuvo unos segundos, respiró profundamente y prosiguió el relato.
- Al parecer éramos una carga para ellos. Una noche se reunieron para decidir que hacían con nosotras. Misaré oyó lo que acordaron hacer con nosotras –relató Yirsal con voz entrecortada.
Daniel permanecía expectante. Yirsal lo miró a los ojos, acercó su rostro al de él y le susurró al oído: “comernos”.
Daniel se puso tan nervioso que se retiró rápidamente, miró aterrado a Yirsal. Los ojos de ella parecían ya curtidos, acostumbrados a la barbarie del pueblo de Rizpá–Malpá. Ambos se habían detenido en medio del bosque, las luces anaranjadas del ocaso penetraban entre las hojas de los árboles. Daniel sintió un escalofrío, era como si la maldad le llevara una gran ventaja. ¿Qué concepto de la vida podía tener una joven de diecinueve años a la que habían intentado devorar antes de los diez por no tener padres?
- ¿Seguimos? Aún falta un rato para llegar a la casa –preguntó Yirsal interrumpiendo los pensamientos de Daniel.
- Sí –respondió él aún atónito por el relato.

Tras varios minutos de camino Yirsal reanudó el relato.
- Misaré salió rápidamente a buscarnos, nos contó lo que pretendían hacer con nosotras. Nosotras estábamos aterradas, lo único que hacíamos era llorar. Misaré ya contaba unos dieciséis años y nos prometió que nos protegería. Salimos esa misma noche al amparo de la oscuridad, recuerdo que no podía parar de temblar. Fuimos todo lo rápido que pudimos para estar lo más lejos posible cuando se percataran de nuestra ausencia. Algunos de ellos salieron el día siguiente en nuestra búsqueda, incluso saliendo de los límites del peñón de Rizpá–Malpá. Nosotras nos escondíamos en los lugares más insospechados; durante días anduvieron muy cerca de encontrarnos, especialmente cuando llegamos a las praderas de Mitsilám. Allí hay mucho alimento y permanecimos algún tiempo en esa tierra.
Ya se divisaba la casa, la oscuridad de la noche ya había caído completamente sobre el bosque de las niñas perdidas.
- Siéntate aquí conmigo para que te termine de contar nuestra historia tranquilamente –le propuso Yirsal a Daniel.
Los dos se sentaron en una gran piedra, una de las pocas que había en el bosque.
- Una noche alcanzamos las altas montañas que hay tras las praderas; estábamos convencidas de que no lograríamos cruzarlas, sin embargo Misaré encontró un camino que no subía hasta la cumbre, sino que bordeaba la montaña. Con mucho trabajo conseguimos llegar hasta la llanura del fuego. Una vez allí vimos los dos volcanes más lejanos escupiendo lava y ceniza y nos adentramos en este bosque. Por ese entonces pensábamos que habíamos despistado definitivamente a nuestros cuatro perseguidores, sin embargo nos encontraron el segundo día que llevábamos en el bosque. Cuando nos fueron a prender algo apareció entre los árboles del bosque; una resplandeciente luz blanca los cegó y una voz les dijo que abandonaran el bosque para no volver. Ellos huyeron y la luz nos indicó que nos dirigiéramos a lo más profundo del bosque. Al final llegamos a una bella cascada cuyo final era un pequeño lago rodeado de árboles, tras la cascada, en una pequeña cueva se encontraba ella.
- Silmirar ¿verdad? –inquirió Daniel.
- Sí, el hada Silmirar, de una apariencia inmaculada y una sabiduría inalcanzable para los hombres –aclaró Yirsal–. Ella nos aseguró que tendríamos todo lo que necesitáramos en su bosque, nos suministró ropa y una casa para vivir y también nos advirtió de los peligros que nos encontraríamos más allá del bosque.

Ambos permanecieron algunos minutos en silencio, discurriendo en sus pensamientos.
- Deberíamos entrar en la casa –opinó Daniel–. Puede que estén preocupadas por ti.
Yirsal y Daniel entraron en la casa; Misaré ofreció a Daniel cama y comida todo el tiempo que lo necesitara.
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muy bueno, me gusta como narras el ambiente, como cuenta la historia la verdad un 10
Jalyon escribió:muy bueno, me gusta como narras el ambiente, como cuenta la historia la verdad un 10

Gracias Jalyon, los capítulos 28 y 29 ya están posteados ;-)
espero que todo ta vaya bien con el libro, y mando un mensaje a todos los que les guste escribir sus historias, que las agan y sobre todo que las escriban con sentimientos


por estos lugares hay mejor historias que la mitad que vemos en cines y leemos en libros

la verdad esta muy bien, y espero que de estos lugares salga alguna pelicula algun dia XD
Jalyon escribió:espero que todo ta vaya bien con el libro, y mando un mensaje a todos los que les guste escribir sus historias, que las agan y sobre todo que las escriban con sentimientos


Yo lo suscribo ;)

por estos lugares hay mejor historias que la mitad que vemos en cines y leemos en libros
Te doy toda la razón.

la verdad esta muy bien, y espero que de estos lugares salga alguna pelicula algun dia XD
Pues si que molaría [chiu].


PD: Vuelvo a tener problemas con el pc :( Aun así espero volver a postear algún capítulo para el jueves.
4 respuestas