Después de solucionar algunos problemas con el ordenador aquí presento el capítulo 43, después de este solo quedarán dos.
CAPITULOS 43
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El valle de la luz despertó temprano. Se preparaba a toda prisa la boda que tendría lugar aquella misma tarde. La gente deseaba que aquella boda trajera paz y estabilidad al valle, que esa nueva unión contribuyera a borrar el dolor por las muertes de casi mil hombres en la batalla junto al castillo real.
Tirsé se encontraba en el castillo real; la noche anterior había ordenado una férrea vigilancia sobre el castillo para que nadie entrara ni saliera, una vigilancia que se había llevado a cabo en el interior del castillo y sus alrededores.
Shuré llegó precipitadamente a donde estaba Tirsé.
- ¡La princesa ha escapado! –anunció el jefe de los guardias reales.
- ¡Ineptos! ¡Os dije que la vigilarais! –exclamó Tirsé muy enfadado.
- Puse a dos hombres en la entrada de su puerta y otros dos en los jardines que se encuentran bajo la ventana de su habitación –explicó Shuré–. No sé qué puede haber ocurrido.
- Hablemos con los hombres que vigilaban esas posiciones y también con los que se encontraban fuera del castillo –concluyó Tirsé.
Daniel contemplaba el amanecer, la luz del sol inundaba los prados que se distinguían desde ese lugar. Había permanecido allí por toda la noche sin dormir, sin comer y sin tan solamente sentarse; no concebía su vida sin Shela y no soportaba más el dolor que le causaba el pensar que la obligarían a casarse con Tirsé.
Daniel observó a alguien a lo lejos corriendo por un prado verde, la persona vestía unas ropas exquisitas, unas delicadas ropas de color marfil con adornos dorados. Daniel supo que era Shela desde el mismo momento en que la vio y echó a correr a su encuentro. Ambos se encontraron y se abrazaron, se besaron y lloraron de alegría.
- Nada podrá separarme de ti –afirmó Shela–. Ni la torre más alta ni la mazmorra más profunda apagará mi amor. Moriré antes de vivir sin ti, mi mundo eres tú.
- Las estrellas no brillaron anoche porque conmigo tú no estabas pero eso nunca más volverá a ocurrir. Junto a ti nada temo; ningún mal, ningún enemigo es suficientemente fuerte como para ahogar nuestro amor –dijo Daniel emocionado.
Daniel y Shela permanecieron por un largo rato abrazados sobre la verde pradera. La luz del sol fulguraba en el valle de la luz después de mucho tiempo.
Tirsé y Shuré pedían explicaciones a los guardias reales que se encontraban vigilando la noche anterior la puerta de la habitación de Shela.
- ¿Qué ocurrió anoche? –inquirió Tirsé con un tono muy enfadado.
- Nosotros permanecimos toda la noche alerta en nuestro puesto de vigilancia, no pudo salir por aquí –afirmó uno de ellos.
Tirsé miró con rostro inquisitivo al otro guardia.
- La joven no atravesó la puerta en toda la noche, permanecimos despiertos todo el tiempo –concordó el otro.
Tirsé y Shuré interrogaron a los guardias que vigilaron los jardines de palacio que quedaban debajo de la habitación de Shela.
- ¿Hubo algo anormal durante vuestra vigilancia de anoche? –preguntó Shuré.
Los guardias reales se quedaron pensativos durante un momento.
- Sí –recordó finalmente uno de ellos–. La princesa Kimal salió a los jardines de palacio; parecía perdida, por lo que le dije que la llevaría a su habitación de nuevo. La niña pareció asustarse y corrió hacia lo profundo de los jardines, yo corrí tras ella pero se ocultó de tal forma que no la encontraba.
- Entonces yo también acudí a buscarla –le interrumpió el otro guardia–. Después de algunos minutos sin encontrarla pasó corriendo y entró en el castillo, entonces retomamos nuestra posición.
- ¡Sois unos inútiles! –gritó Tirsé dirigiéndose a los dos guardias reales–. Quedáis fuera de la guardia real desde este mismo momento.
Los dos guardias salieron del castillo y se dirigieron hacia Somper.
Tirsé meditó en lo ocurrido. Estaba seguro de que Shela había enviado a Kimal para que distrajera a los guardias reales, para de esta forma escapar de alguna manera por la ventana.
Daniel y Shela seguían en un prado cercano al bosque de los orcires cuando divisaron a lo lejos un anciano que, cubierto por largas ropas oscuras, se dirigía hacia ellos con paso torpe. Shela lo miraba con recelo, Daniel sin embargo se dispuso a ir hacia él.
- Ten cuidado, puede ser un enviado de Tirsé –le advirtió Shela.
- Su caminar es sincero –respondió Daniel–. Ven conmigo.
Daniel y Shela anduvieron hasta encontrarse con el anciano. Daniel reconoció el rostro de este.
- ¡Usted es el sabio mayor del Keshtal! –exclamó Daniel sorprendido.
- Lo era muchacho, lo era cuando se te comisionó la misión de destruir la piedra plateada y, aunque sé que tu amor por Shela prevaleció ante la comisión que te dimos, me alegro de que finalmente fuera así pues la piedra plateada finalmente fue destruida y ambos habéis regresado –explicó Umser.
- Sí, pero he sido desterrado del valle y Shela fue prometida a Tirsé; con toda seguridad pronto acudirán en su búsqueda –se lamentó Daniel.
- La maldad gobierna el valle. Tirsé ha heredado las sombras dejadas por los mendhires. Él fue quien mató a tu padre e hizo lo necesario para que pareciera la obra de un rebelde –le confesó Umser a Shela.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Shela, el hombre que había asesinado a su padre y conspirado contra él se encontraba ahora rigiendo sobre el valle de la luz. Ahora estaba en el castillo junto a su madre y su hermana pequeña y temía que hiriera a Kimal por ayudarle a escapar.
- Tu padre deseaba que se suprimiera la pena de muerte en cuanto los mendhires fueran destruidos; sabía que las gentes del valle son pacíficas por naturaleza, pero la maldad de los mendhires entró en ese hombre en algún momento y si no se le da muerte él se encargará de extenderla por todo el valle de la luz –informó Umser.
- ¡Yo le daré muerte! –exclamó Daniel desenvainando su espada–. ¡Yo vengaré la muerte del rey!
- No será sencillo –confesó Umser–. Sólo yo conozco la traición de Tirsé, yo oí lo que ocurrió desde la planta alta del castillo, pero no pude acudir en ayuda del rey. Mi andar es torpe y tuve que alejarme del castillo porque de lo contrario Tirsé de seguro hubiera acabado con mi vida. Tenemos una oportunidad, debo anunciar los hechos cuando el pueblo esté congregado, de lo contrario no tendrás oportunidades de darle muerte ya que los guardias reales lo protegerán.
- Muy probablemente lo harán de todas maneras –opinó Daniel.
- Sí, pero es la única oportunidad que tenemos. Shela debe volver al castillo real y acudir a la boda, yo me encargaré de estar allí en lugar del sabio mayor del Keshtal y sacar a la luz la conspiración –dijo Umser.
- Tengo miedo –confesó Shela abrazándose a Daniel.
- Debemos cumplir con nuestro papel –le susurró Daniel al oído–. Cuida de tu hermana y tu madre para que no les pase nada. Todo habrá acabado esta noche.
- Los guardias ya deben de estar buscándote –le indicó Umser a Shela–. Si tan solo tuviéramos un medio para que pudieras llegar rápidamente al castillo y no levantar tantas sospechas…
Oyendo esto Daniel comenzó a clamar con voz fuerte.
- ¡Ismael! ¡Ismael! –repitió varias veces tras lo que esperó en silencio.
El viento trajo un sonido de aleteo, finalmente una figura se distinguió en lo alto del cielo; era el vasstor que llegó rápidamente a donde estaban.
- Por favor, lleva a Shela hasta el bosque que hay junto al castillo real –le pidió Daniel al animal.
Shela montó en el vasstor, el animal emprendió el vuelo y se alejó en el horizonte.
- Vamos Daniel, mucho camino nos queda todavía –lo instó Umser.
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