Aquellas personas que digan que Madrid no tiene mar, están terriblemente equivocadas, y es más, se pierden gran parte de la belleza de esta ciudad. Madrid, está llena de sitios secretos, que solo pueden ver aquellos que lo hacen de la forma precisa. El mar de Madrid es uno de ellos. Ha de mirarse con ojos infantiles, con ojos despreocupados, serenos. Yo vi una vez el mar de Madrid.
Desde un punto concreto, de noche, se ve una terrible explanada sin edificar. A lo lejos hay contadas lucecitas de las casas. Cuando la luna es buena, la luz brilla en el suelo, y las luces se van encendiendo y apagando. Son los barcos que navegan por este curioso mar. Parece como si miraras desde un puerto un mar en calma, negro por la noche, y los pesqueros lejos de sus casas. Aquella noche descubri dos grandes tesoros de mi ciudad. Uno era ese, el otro, era Carmen.
Al sitio desde donde se ve el mar se accede por una plaza. En la plaza vive Carmen. Vive con su perro, casi tan sucio como ella. El día que pasé por allí, y me paré a encender un cigarro, ella me pidio uno. Me acerqué y le alargué el mío. Me senté a su lado invitado por su mirada y me encendí otro a mí. Fumamos un rato en silencio. No me quería ir. No lo necesitaba. Fue ella, unos minutos después, quien me enseñó el mar de Madrid. Carmen, segun me contaba, era maestra. Profesora de Música. Según ella tocaba el violín. Vivo desde hace dos años en esta ciudad y Carmen es la mejor persona que he conocido. Muchas veces la he invitado a salir de ese mundo de mendicidad en que vive, pero ella se niega. Al parecer tuvo un mal marido y un mal hijo, y la cosa se torció. Vaya pena. Carmen ya no me da pena. Es una amiga. Al principio si. Poco tiempo después le compré un violín. Uno malo, pues mi dinero no daba para más. Ella lloró y tocó para mí. Nunca había oído esa canción. Pero siempre que paso por delante, la toca para mí. Ahora gana unos centimos tocando, dandole música a ese mar y a esas cosas que solo unos pocos afortunados tienen la suerte de poder ver. Porque en el mundo, hay cosas que solo se ven si miras con ojos infantiles, despreocupados, como los de Carmen...y serenos...como el mar de Madrid.