Observo impasible tu rostro irascible,
frenético y lindo, coartado y cansado.
Ignoro el botín por volver a tu lado
y me aferro a la esencia de dormir aliviado.
Vuelven los charcos, y con ellos añoro
tu barco maldito surcando el decoro.
Vuelve, nostalgia, vuelve completa
para morir vertebrada, con ansia discreta.
Avanza el tiempo, el que pasas con ese...
responde el viento, por Dios, que no cese.
Y otra me quiere, es el destino
que impone en las cumbres su tiento felino.
(a una camarera, que nos robó el corazón una noche de septiembre)