La película francesa “Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?” trata el espinoso tema de la multiculturalidad en un país tan avanzado como es Francia. En un tono de comedia, intenta hacer reír en vez de enfrentar y tratar la multiculturalidad como un regalo que crea riqueza en la sociedad, en vez de verlo de forma negativa o rechazar que hombres y mujeres de diferentes culturas y razas se amen entre sí.
El cabeza de familia es un hombre gaullista y de clase acomodada, por lo que se podría entender conservador y tradicionalista en lo cultural. Charles de Gaulle ha sido una figura clave en la historia francesa para entender el país que se creó después de la Segunda Guerra Mundial. Sus hijas son mujeres francesas tan blancas como la leche, que una detrás de otra se van casando con hijos de inmigrantes magrebíes, judíos y chinos. Una vez la familia consigue cierta calma tras recurrir a tópicos sobre el origen y las supuestas costumbres de todos, la hija más joven y más guapa parece ser la única que podrá tranquilizar la convulsa vida de sus padres al esperar para ella un marido católico, francés y de raza blanca. Cuestión que al enamorarse de un africano pondrá patas arriba a toda la familia.
La película ha tenido un tremendo éxito en su país de origen y recuerda a la también comedia facilona y bastante boba “Ocho apellidos vascos”, con una temática similar y los mismos clichés en esta última territoriales.
Si en un primer momento la película francesa parece interesante, acaba siendo tan tópico en sus recursos para la comedia como en la narración de su historia. Todo el tema del racismo, la xenofobia, el rechazo a la cultura del diferente, se toca de manera muy superficial; con la intención de no herir ninguna sensibilidad. Recuerdan polémicas francesas como el que ciertos jugadores musulmanes no cantasen La Marsellesa en los partidos y el continuo choque de civilizaciones, con recuerdos al pasado colonial francés y su realidad sociocultural actual, donde hay barrios enteros donde estás más cerca de sentirte en Argelia que en Francia.
La respuesta de la película es tan sencilla como quizás acertada para muchos, la resignación. Es lo que hay y hay que entenderlo. Para ello el director recurre a familia de clase alta, con hijas en buenos puestos de trabajo y guapas, y los yernos exactamente igual. Todos muy educados y tan racistas con la cultura del diferente, como parece ser el propio padre de familia aunque no lo plasme en público. En ese mundo de fortuna, dinero y éxito, todo se ve más fácil que en la vida real. Se prescinde de realidades que pueden herir la sensibilidad o cerrar el telón de la armonía de la situación, la mujer del musulmán sigue siendo católica y no llevará velo, como el chino habla a sus dos hijas en perfecto francés, no en chino. A pesar de que la película ya nos ha explicado que el musulmán está feliz con su religión y el chino de su cultura y costumbres.
Quizás esta película no se debería haber hecho así o quizás muestre la verdadera realidad de quienes se paran a definir por estereotipos o falsos mitos culturales a personas sin conocerlas. Pero es que en verdad la película juega a eso y sin eso, no habría película. Sin hacer al espectador partícipe y señalarlo para su vergüenza, no habría comedia ni inocentón final feliz. Por ello el director consigue haciendo trampa que el espectador pique, sin hacerle reflexionar sobre por qué tienen que engañarlo. A lo mejor tratar el racismo y la xenofobia de una sociedad tan avanzada no pueda hacerse de manera honesta, siendo decente el mensaje y tan amplio que todos los que se sienten diferentes puedan comprender lo fácil que es vivir todos juntos.
La película trata a las personas de manera que los diferencia por su origen nacional y extranjero, su religión o su color de piel. Para luego decir que todos son iguales. Dónde está la honestidad de esta película. Si todos somos iguales, por qué se hace esta película y para qué sirve que se haga?