No lo llamo de ninguna manera. Yo paso de ducharme, eso es de proletarios. Cada mañana mi ama de llaves me prepara la bañera donde mis cinco concubinas repasan y asean mi cuerpo con aceites esenciales y resinas traidas de unas exclusivas plantaciones que se encuentran a las orillas del Yang-Tsé. Tras esto me secan con toallas tejidas por novicias ciegas de un recóndito monasterio nepalí. Un cafetito y al curro.
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Ducha o teléfono.