Cuando el cielo empieza a desmoronarse
pienso en todos los aviones que he perdido gracias a ti.
Y me recreo en tus pestañas, largas como los pinceles
que emborronan de azul los días más tristes.
Hoy el sol bordea tu sombrero
mientras avistas, sonriendo, la arquitectura de los áticos.
Y la gente corriente pasa rozándote, maldiciendo
tu eterna juventud, tus gestos francos y despiertos,
tu voz que susurra nanas para hacer feliz al mundo.
Quiero que inmortalices mis sueños, el anhelo
despierto en mi último ayer, sus consecuencias.
Necesito que sonrías para olvidar que soy
el más vulgar entre los mortales. Que vivas,
eternamente bella, entre el ruido de los trenes
que los dos oímos cuando caminamos hacia
alguna parte para compartir un Lucky a medias.