Condenadas al olvido, las palabras se fugan por las grietas de mis labios... ¿Quién las escucha? Sólo el sórdido destino, sólo el herrumbroso vacío las espera.
Condenadas al olvido, las palabras se aferran a las manillas del reloj, en la búsqueda de un tiempo atrás, de un espacio donde hubo un sitio. Las palabras desgarran los segundos con dedos de porcelana.
Dime, ¿qué será de estas palabras, condenadas al olvido de siglos de silencio? ¿Qué será de este corazón mío, extenso como vasto dominio de tierras de labor, donde nada crece, donde segué ya la cosecha? ¿Qué serán de estas noches? ¿Qué serán de todas las palabras que navegan a la deriva, en un mar de incógnitas?
Desiertos de relojes de arena asolan mis pensamientos... Como naúfrago aferrado eternamente a un trozo podrido de madera, me siento a pensar, sosteniendo sigilosamente este, mi lápiz. Soñador, soñador... ¿Qué será de tí, grafito mío, cuando nada quede ya de esta quimera? ¿Qué contornos, qué palabras serán entonces las que motiven tu presencia? Grafito mío, recuérdame tú, cuando no quede más que polvo a la sombra de esta, mi tierra, condenada al olvido...