Episodio Primero
Hace 21 años nació en una ciudad medianamente grande un niño. El no lo sabía en aquel momento pero su vida durante muchos muchos muchos años sería justamente igual al de el resto de los niños. Es niño era yo.
Crecí jugando con dinosaurios, lobos y demás carnivoros en forma de juguete cutre de plástico. Bueno, jugando no es la palabra, porque no los llegaba a tener mucho tiempo. Entre otras cosas, sufría lo que se llama TDA (Trastorno de Déficit de Atención) e Hiperactividad. Así es como mis "pobres" juguetes acababan metidos todos a presión en la ranura de los videos para meter las cintas. En realidad, pobres mis padres.
Esas no eran las únicas travesuras que cometí (que en el fondo se le podrían achacar a casi cualquier niño). Realicé numerosas travesuras, cada cual peor que la anterior. Recuerdo un día que tendría...no se, tal vez 7 u 8 años. Paseaba yo cogido de la mano (no podía andar solo por causas que comprenderéis a continuación) de la mujer que me cuidaba por las tardes, ya que mis padres no podían, cuando llegamos a una de las Avenidas más anchas de la ciudad. 4 carriles. Semáforo en rojo. No se muy bien como, ni mi cuidadora tampoco, me solté de la mano. Fue entonces cuando mi cerebro, insuficientemente maduro, decidió que sería divertido cruzar la calle. Y ahí me lancé yo, 4 carriles, hora punta, muchos coches. Obviamente aquello fue un caos. Que yo recuerde, ningún coche salió mal parado, pero si mi cuidadora. Pobrecita. Ahora lo pienso y me entran remordimientos, lo que aquella señora tuvo que haber pasado en aquel momento. En fin, mis padres aún así no la despidieron. (aquel día, porque más adelante la pillamos robandonos)
Más allá de las anécdotas, mi infancia transcurrió entre viajes a Denia donde conocía niños de mi edad, y con los que jugaba en la playa, el colegio, donde Pokemon causaba furor, y sobre todo cafe y cerveza. Si. Cafe y cerveza. Sobre todo siendo mas pequeño. Cuando mis padres me llevaban a cualquier restaurante, si habían apartado la mano un segundo de su copa o taza, un ser más rápido que un halcón, llevado por el deseo de alcohol y cafeína, la vaciaba de un trago. Finalmente, dejaron de ir a restaurantes y bares conmigo, o solo se pedían agua y vino (el vino no me gustaba).
Poco a poco, fui integrandome en la sociedad. Hacía lo que se me pedía. Me iba convirtiendo en un chico educado, la hiperactividad iba remitiendo (sin medicamentos ni psicologos. Mi padre se encargó de mi madurez. No era tan estricto como os podréis imaginar. No se, fue un episodio raro en mi vida. Un día era un chico que no podía estarse quieto, y a la mañana siguiente mi cuerpo me decía que no llamase la atención. Más o menos esto ocurrió en el momento de pasar a la ESO. Seguramente influyó el hecho de que en mi colegio (hasta Bachiller) nos cambiaran al "Pabellón de los mayores". Me estaban inculcando una idea de que tenía que crecer, porque ya era mayor. Y yo me dejé. Sacaba las asignaturas (sin estudiar). Me hicieron los típicos test del colegio en los que me dejaba casi como un superdotado. Yo no me sentía así. Yo solo me sentía un chico normal que entendía las cosas rápido. Sin embargo, mis padres pedían mas de mi, y esa fue una losa que me acompañó en los siguientes años.
Tampoco me metía en muchos lios, es más, intentaba evitarlos. Tal vez mi experiencia anterior, con tantos problemas, me había ayudado a intentar evitar que sucedieran de nuevo. Aún si, me metí en algún que otro problema, pero nunca por mi culpa, sino que me metían en ellos. Era eso, un chico normal y corriente, que veía la tele al llegar del colegio, merendando. Ese chico no comprendía cuanto cambiaría su vida algunos años después cuando, un día, finalmente lo conoció. Conoció a Mario