Hola, me he animado a escribir una historia larga con la que espero que disfruteis. Como se suele decir, tened paciencia que las cosas tardaran en arrancar. Gracias a Javi por la ayuda en el desarrollo de la idea. Cualquier critica o comentario sera bienvenido, asi que no os corteis.
CORAZON DE ACERO
CAPITULO 1: Secretos.
El espeso fango de la jungla amortiguaba el sonido de sus pasos, ya faltaba menos para llegar. Podía oír los latidos de su corazón resonando con fuerza dentro del armazón metálico, mientras su respiración se aceleraba cada vez mas a causa del esfuerzo. Justo delante suyo, en un claro, apareció el lugar que llevaba buscando desde la ultima hora. Un sólido edificio de hormigón, cuyo color era mas oscuro que de costumbre debido a las ultimas lluvias, emergía ante él.
Se podía leer con claridad el nombre de la compañía, y focos de luz emanaban de algunas ventanas, la mayoría situadas en las plantas superiores. Con rapidez se parapetó tras un grueso tronco, y con un simple pensamiento, un visor surgió de la masa de metal que llevaba encima. La superficie pulida de su armadura fluía hacia su cabeza formando un segundo visor justo al lado del primero. Ahí estaba, en la tercera planta.
Con una velocidad sobrehumana corrió los cincuenta metros que le separaban de la verja del perímetro de seguridad, y saltó por encima de ella sin ninguna dificultad. Cuatro punzones de frío metal aparecieron en sus extremidades, y aprovechando la inercia del salto quedó clavado en la pared. Comenzó una lenta ascensión, mientras notaba como la fina lluvia estaba avivándose, pero no importaba, nada importaba. El ultimo esfuerzo le colocó en una posición desde la que podía distinguir su objetivo. Sus brazos comenzaban a cansarse por soportar el esfuerzo de aguantar su peso. Trató de ver la habitación que estaba situada detrás de la rejilla de la ventana. Tres personas vestidas de blanco manipulaban diversos instrumentos, mientras contemplaban un cilindro instalado en el centro de la sala. Dentro de él, una figura flotaba inmóvil en un fluido de tono verdoso, cuya refulgencia bañaba la estancia.
- Rebájalo durante unos segundos- dijo uno de los hombres.
- Si, ya me he dado cuenta- respondió el segundo - no soporta la tensión tanto tiempo. Espero que se lo lleven pronto de aquí, por lo menos antes de la próxima semana, tal como nos informaron.
Eso es todo lo que necesitaba saber. Un fuerte impulso le despegó de la pared, y cayó al suelo con un golpe seco. Su armadura retrajo los punzones, y de nuevo, al igual que antes, inició una carrera desenfrenada hacia la verja. Un fogonazo desequilibró su cuerpo al impactar en su costado izquierdo. Su armadura chisporroteó lanzando destellos azules, y terminó en el suelo. Un segundo fogonazo le golpeó en la espalda.
- Rápido si, pero no invisible - rió una voz a sus espaldas.
- Ungh - fue lo único capaz de replicar.
Tres nuevos fogonazos alcanzaron su cuerpo, y el chisporroteo se volvió más intenso. Su armadura perdió solidez y comenzó a fluir, pero esta vez sin control, ya no se podía hacer nada. A los pocos segundos yacía en el húmedo suelo de la jungla el cuerpo de un hombre de unos treinta años semidesnudo, con un charco de metal líquido debajo suyo.
- Lleváoslo de aquí - tronó de nuevo la voz.
Los primeros rayos de sol alcanzaban las cimas más altas de la colonia de Sufhion, y la actividad de los ciudadanos era ya intensa en la calle principal. Los edificios se elevaban inmaculados entre la vegetación que rodeaba los muros de la ciudad. Pequeñas aves traídas de la tierra sobrevolaban el cielo sin ninguna preocupación, y muchas de ellas paraban su vuelo en la fuente de la plaza central.
- Maldita sea, maldito sol y maldito... maldito todo - se escuchó decir debajo de las sabanas.
Con un fuerte tirón las sabanas cayeron de la cama, mientras una jovencita trataba de tapar su cara con la almohada - no, no voy - replicó.
- Por supuesto que vas - fue la seca contestación que recibió a cambio - y date prisa Geera.
La muchacha tenía diecinueve años, era de estatura media tenía una cabellera de color castaño que le caía hasta los hombros. Tras estirarse unas cuantas veces, abandonó la cama con los ojos entrecerrados todavía - ¡esta te la guardo! - voceó. Bajó las escaleras a trompicones y avanzó por la sala escasamente decorada. En la cocina se encontraba un chico de unos veinticinco años, que la miraba con cara de pocos amigos mientras resoplaba constantemente.
- ¿Sabes que eres un perfecto desastre hermanita? - susurró con desgana.
- ¿Y tu sabes que eres muy pesado Robert? - atajó al instante - Cada día me tienes más harta - una sonrisa afloró en su rostro.
Tras recoger unos cuantos papeles de la mesa de la sala central, Robert los guardo en una pequeña mochila roja que dejó en la entrada de la casa. Por su parte Geera había vuelto a subir a la planta superior, y bajaba con un vestido distinto, perfectamente conjuntado con sus botas. Tras comprobar por última vez el interior de la casa salieron a la calle. Los pequeños vehículos eléctricos circulaban de un lado a otro y los colonos parecían tan centrados en sus propios asuntos, que ni siquiera levantaban la cabeza del suelo. Los dos hermanos se dirigieron con paso firme hacia la zona alta de la colonia, caminando con calma por el suelo plastificado.
- ¿Hoy también vendrá Ed, no? - preguntó Geera.
- Si, siempre que consiga encontrar la puerta de su casa.
Los dos se miraron y rieron escandalosamente mientras continuaban su ascensión por las calles. A los pocos minutos se encontraban ante la Oficina para la Seguridad y el Control, la OSC. Un majestuoso edificio de color ocre y laboriosa ornamentación externa les daba la bienvenida a su lugar habitual de trabajo. La filosofía de este departamento era muy clara: O eres colono o cuidas de los colonos. Tras pasar por el control de seguridad subieron las escaleras hasta la quinta planta, en cuyo patio central se encontraba un hangar que se elevaba hasta la ultima planta del edificio. Una puerta blindada y la necesidad de un pase de nivel 4 daba una idea de la importancia de los proyectos que se llevaban a cabo en su interior. Geera mostró desganada su pase, al contrario que Robert, cuyo entusiasmo por su trabajo parecía no tener fin. Una vez dentro se acomodaron en el recibidor donde, como era habitual, tenían que esperar la llegada del jefe asignado. Cinco minutos después se encontraban en el hangar, admirando los numerosos artilugios y maquinas utilizadas para la investigación, así como la descomunal piscina que presidía la sala.
Al poco rato se abrió de nuevo la puerta, y un tipo vestido de negro y desgarbado entro en la sala. Una melena negra la cubría gran parte de la cara, aunque se podía ver una sonrisa estúpida asomando entre el pelo.
- Esta no es manera de venir al trabajo, Ed - le reprochó Robert.