CAPITULO 3: Esperanza
Había visto grandes avances tecnológicos durante todos los años que había estado al servicio del Gobierno. Grandes descubrimientos que desafiaban en muchos casos todo lo conocido hasta la época, pero esto era sin duda algo excepcional -Necesito saber más, por favor cuénteme como es posible conseguir algo así- imploró desesperada al jefe de sección-¿como se mantiene pegado a su cuerpo?-.
El hombre dudó durante unos instantes pero no respondió a la mujer, simplemente le hizo un gesto con la mano a Geera que contestó asintiendo con la cabeza. Con paso alegre se colocó en el rectángulo blanco, al igual que hizo su hermano, y se sumergió en el líquido. A los pocos segundos surgía del lado opuesto la figura de la joven envuelta en la masa metálica. Su antes escasa estatura superaba ahora con creces la de los presentes y sus ya de por si femeninas formas se vieron resaltadas tras el proceso. Su cara también había desaparecido, pero en vez de poseer dos visores a modo de ojos, solo disponía de uno central, aunque el doble de grande que los de Robert. En dos zancadas recorrió el espacio que la separaba de este y le dio un golpecito en el hombro. La mujer giró su cabeza buscando de nuevo una respuesta pero el jefe de sección repitió el gesto, esta vez a Ed.
Con su peculiar forma de andar, Edward se encaminó hacia el punto de entrada. Tras realizar unos ridículos estiramientos introdujo su pie en la piscina. De nuevo se repitió el proceso, aunque el resultado iba a ser distinto. Según se formaban ondulaciones en la zona de salida, se podía observar como el metal cambiaba de color adquiriendo una tonalidad mucho mas oscura. La figura de Ed aparecía con parsimoniosa lentitud, y lo que ya era un hecho habitual para los presentes, llamo la atención de la futura contratista. La armadura de metal no compartía el color de la del resto de miembros del equipo, en este caso un color negruzco se había adueñado de la coraza. Los rasgos eran mas afilados y numerosas espinas asomaban en su espalda, su cabeza tenía un único visor alargado que despedía emanaciones verdes y su rostro recordaba vagamente algún tipo de bestia mitológica -Espectacular, ¿verdad?- vociferaba Ed. Con una breve carrera formó al lado de sus compañeros.
-Supongo que tras ver esto es hora de ampliar la información, aunque como se imaginará, los datos técnicos son necesariamente secretos- interrumpió el jefe de sección. La mujer esperaba ansiosa algún tipo de explicación y contemplaba como los tres jóvenes, recién enfundados en sus relucientes armaduras, adoptaban ya una actitud mas distendida y charlaban en voz baja con sus caras al descubierto.-Empezaremos por lo básico- dijo el jefe, -el material utilizado no es ni más ni menos que lo que pretende excavar y sobre sus propiedades no hay necesidad de hablar, ya sabe que puede cambiar de estado liquido a sólido con la suficiente potencia eléctrica-. Los ojos de la mujer se abrían como platos y trataba de no perder ni un ápice de información. -La cuestión estaba en poder servirnos de esto, utilizarlo en nuestro beneficio, la industria militar no tardó en crear un programa con este fin- prosiguió con tono firme, -La clave estaba en las nanomáquinas que habíamos dejado olvidadas por resultar un rotundo fracaso. Usted todavía recordará las grandes inversiones que nunca vieron cumplidas sus expectativas- la explicación se vio interrumpida por un sonido seco. Edward había tirado un gran armario de metal y los dos hermanos se reían de su ridículo sentido del equilibrio. -Discúlpeles- prosiguió el jefe -como le decía esa tecnología nos dio la clave. Inyectándolas en el cuerpo de un ser humano podíamos hacer que elevasen el campo voltaico que todos tenemos en nuestra piel hasta niveles lo suficientemente fuertes como para mantener adherido el metal- la explicación era seguida por muchos de los técnicos presentes en el hangar que de vez en cuando asentían con la cabeza y comentaban entre ellos. -Pero no solo eso, sino que además estas nanomáquinas consiguen que el usuario pueda controlar su propio voltaje corporal, usted ya ha visto como mis chicos redistribuyen el material por todo su cuerpo- continuó el hombre -permitiendo infinitas posibilidades-. Geera se había acercado a la mujer y esperaba que la explicación acabase. La mujer le dirigió una mirada amable -¿Querías decirme algo?- preguntó -La verdad es que si- le dijo la muchacha -quería decirle que aunque podamos parecer algo...bueno...inexpertos, llevamos más de un año practicando con estas armaduras y se puede confiar en nosotros- a una pausa tensa le sucedió la respuesta -No te preocupes jovencita, confío plenamente en vosotros-. Geera se alejó corriendo hacia donde estaban sus compañeros con el gesto lleno de satisfacción.
El tiempo había pasado deprisa y sonaba un leve pitido que anunciaba la hora del almuerzo. Los tres jóvenes volcaron el metal en la piscina y se pusieron todas las prendas que se habían quitado para la prueba. El jefe de sección y la mujer estaban ahora sentados en el fondo de la sala y hasta dentro de una hora no seria necesario que continuaran las demostraciones. Tras levantar su mano, Robert recibió la aprobación para abandonar la sala. Los dos hermanos y su peculiar compañero salieron por la puerta con dirección a la planta inferior, donde se encontraba el comedor. El tránsito de empleados era constante a esta hora y a veces era una odisea moverse por los estrechos pasillos del edificio. Tras bajar las escaleras se encontraron con la puerta del citado comedor. Era una habitación amplia, con las paredes pintadas de color melocotón, amplios ventanales permitían que entrase la luz del exterior con toda su intensidad. Numerosas mesas alargadas poblaban el suelo y en todas ellas un gran numero de trabajadores disfrutaban de sus escasas pero nutritivas comidas. Al fondo del comedor existía una mesa más pequeña reservada solo para los tres chicos. Con paso firme avanzaron hasta allí y dejaron sus bolsas en el suelo. Robert bostezó sonoramente y tras preguntar sobre lo que se servía hoy se encaminó hacia el mostrador principal. Geera y Ed permanecían sentados en la mesa contemplando el resto de la colonia a través de las ventanas.
-No termino de estar contento con estas demostraciones, me siento como un animal de circo- pronunció Ed.
-La verdad es que te comportas como uno de ellos- dijo en tono jovial la muchacha. Su compañero lanzó un resoplido hacia el techo y siguió mirando por la ventana. Al fondo del comedor Robert estaba siendo por fin atendido y su bandeja se llenaba de pequeños envases de plástico. Ed se balanceaba levemente en su asiento y farfullaba frases que solo él entendía. La cabeza de Geera se giró, ahora le contemplaba con atención con la boca entreabierta -Puedes dejar de hacer eso, sabes que me pone muy nerviosa-, la única respuesta que obtuvo fue un asentimiento con la cabeza. El joven frunció el entrecejo y dejo de mirar por la ventana -No se con que derecho me das ordenes, no eres mas que una...- su réplica se vio interrumpida. La joven le miraba con fijeza, sus ojos eran como dos pozos de miel que le helaron por un momento la sangre -Conmigo no hace falta que finjas, se que no eres así- le aclaró.
Robert llegó por fin a la mesa y deposito las bandejas delante de cada uno de ellos. Se sentó en su lugar habitual, al lado de su hermana y enfrente de Edward sin percatarse de la tensión existente.. Iba a coger su cubierto cuando notó que sus dos amigos mantenían la mirada fija el uno en el otro -¿Ha ocurrido algo?- su voz tenia un tinte de preocupación. Geera negó velozmente con la cabeza y cogió sus cubiertos.