De pequeño tenía un perro, dicho perro se cagaba en el jardín. Como el perro se cagaba en el jardín y yo tenía una pala para recoger cagadas de perros peludos, las cogía con dicha pala. De pequeño me gustaban las catapultas, y como tenía una pala para recoger cagadas de perro pues la usaba para lanzar cagadas de perro peludo por encima del muro. Un día, con un amigo, para mostrarle mis habilidades medievales, cogí con la pala un buen truño de perro pastor inglés y a modo de catapulta la lancé por encima del tabique, quedándose adherida a la persiana del vecino, que, como el muy vampiro no las levantaba jamás, quédose ahí dicho excremento unido a dicho elemento durante una centuria.