El respeto debería tenerlo, sólo por existir, todo ser humano. Es lo que viene a decir la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 en su artículo 1:
Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
Es un concepto abstracto naturalmente. Porque en el mundo real el nivel de respeto que una persona recibe depende sobre todo de su status social, apariencia y contexto. No recibe el mismo respeto una persona que vive en una chabola que un diputado que vive en un barrio rico de una capital.
El respeto como persona, para todos y cada uno de los seres humanos, deberíamos darlo por descontado; una cosa distinta es la confianza y otra la autoridad moral, la "auctoritas". La confianza de los demás hay que ganársela. Nadie puede pretender que confíes en él "porque sí" sin ningún tipo de razón. Con el tiempo sabemos si nos podemos fiar de alguien y las personas que cumplen su palabra y que demuestran que dicen la verdad obtienen la confianza, y los mentirosos, los falsos y los delincuentes obviamente, la pierden. Pero el respeto como seres humanos no deberían perderlo nunca incluso en estos casos.
La "Auctoritas" es lo que tienen las grandes personalidades. Se han ganado con el tiempo un predicamento, la confianza de mucha gente, y cuando hablan o se manifiestan les escuchan con un especial respeto. Es lo que tienen personas como los grandes profesores, los políticos de referencia, los Premios Nobel, o los profesionales de prestigio como médicos, ingenieros, etc. Cuando estas personas hablan, la gente le da mucho valor a sus opiniones, porque tienen "Auctoritas".
Pero insisto, todo ser humano, aunque sea un delincuente, incluso un terrorista, merece ser tratado con un mínimo de respeto de acuerdo a su condición de ser humano, tal como dice la Declaración Universal de Derechos Humanos.
/TOCHO
Salu2