Pues a mí sí que me gusta el King of the monsters: ¿a quién no le puede gustar el ser un engendro gigante zurrando a otro engendro gigante en una ciudad que puedes destruir? Al menos, el concepto mola bastante, y fue quizás esto, más que el juego en sí, lo que constituyó la base de su popularidad. De todas formas, aunque no fuese un juego del siglo, se dejaba jugar y resultaba bastante entretenido para pasar el rato, aparte de lo bizarro que era.