Con tu permiso, aprovecho este hilo para contar mis historia y desahogarme (si no se me cruzan los cables antes y borro el mensaje antes de mandarlo, como en tantas otras ocasiones...).
En mi vida tengo que destacar dos momentos, uno bueno y otro malo.
El primero fue el mismo caso que el tuyo, pero a la inversa. Para mí el irme fuera a estudiar fue entrar de lleno en el paraíso. No es que antes hubiese tenido una vida especialmente mala, pero vivía en un sitio sin gente y eso acababa pasando factura. Entonces al fin tuve la oportunidad de irme a estudiar lo que quería, entré en una residencia de estudiantes donde hice buenos amigos, las clases eran geniales, mi novio (que hasta entonces estaba en una relación a distancia conmigo) se vino también a la misma ciudad. Era todo maravilloso. Han sido unos años estupendos, en los que he disfrutado muchísimo. Acabé dejando la residencia para irme a vivir con mi novio (la convivencia genial) terminé los estudios e inicié otros que me gustaron tanto o más que los anteriores, seguí manteniendo a mis viejos amigos y haciendo otros nuevos... no podía (ni quería) pedir más.
Y sin vérmelo venir siquiera, llegamos al segundo punto de inflexión, mi pequeño viaje a los infiernos, que comenzó el pasado verano. Todo seguía yendo estupendamente. Acababa de terminar el último año de mis estudios, tenía ya concertada una entrevista de trabajo que me llamaba la atención, por fin tenía todo un verano para mí, para disfrutar a lo grande hasta que comenzase mi vida laboral en septiembre. Sería el relax que necesitaba tras el estrés de los últimos exámenes.
Pero entonces todo empezó a torcerse. Cada día me costaba más levantarme de la cama, me empezaba a sentir mal sin motivo aparente y no entendía bien qué me sucedía. Me refugiaba en la gente que me apreciaba para intentar evadirme un poco, pero en lugar de sentirme bien, me sentía peor aún. Mi pareja (que estaba veraneando en otro lugar) venía a verme con frecuencia, pues a veces tenía días horribles en los que necesitaba verlo sin falta. Lo malo es que aun estando a mi lado, me seguía sintiendo desdichada. No entendía qué pasaba, y finalmente un día me di cuenta de que no era en absoluto feliz y estallé. Decidí dejarlo, porque no disfrutaba de su compañía. La decisión me dolió en el alma, pero creía estar haciendo lo correcto. Sin embargo, eso sólo agravó el problema. Al cabo de un par de horas tuve que llamarlo de nuevo, necesitaba que volviese, no entendía qué me ocurría, pero esa no era la solución.
Y de ahí acabé con ataques de ansiedad varios, visitas a urgencias y al psiquiatra, incapacidad para hacer algo que no fuese llorar y llorar, aislamiento en casa de mis padres sin ver a nadie, etc.
Desde entonces, mi vida no ha vuelto a ser la misma. Bien es cierto que con el tratamiento médico mejoré, pude regresar a mi casa con mi pareja, y pasadas las navidades, empecé a volver a hacer cosas. Salía con la gente, me sentía bien con mi novio, volvía a recuperar poco a poco la ilusión. No me sentía al 100%, pero iba recuperándome.
Y cuando parecía que todo iba quedando atrás, llega la primavera y vuelvo al punto de partida. Con mención especial a este último y horrible mes, con una última semana espantosa. A veces dan ganas de tirar la toalla, porque entras en una dinámica en la que nada te hace feliz. Intentas hacer todo lo que está en tu mano, das vueltas a problemas inexistentes y tratas de solucionarlo. Pero nada cambia y te das cuenta de que ninguna de las posibilidades que tienes ante ti te parece que sirva de algo.
Hay días en los que simplemente quieres cerrar los ojos y no abrirlos más. Días en los que te sientes fatal, que no entiendes nada. Días en los que ni disfruto de tener a mi pareja al lado. Vuelves a tener dudas de todo tipo. ¿Y si estamos mal? Pero tú no quieres otra vida, ni con otra persona, ni sola. Pero tampoco quieres la que tienes ahora. ¿Qué quieres entonces? Lo sabes, quieres poder volver a disfrutar. Porque te empeñas en encontrar una salida, pero no la hay. Y recuerdas que antes no tenías que buscarlas, que simplemente podías ser feliz con cualquier cosa. Y no entiendes que ahora no puedas. No entiendes que los días sean una sucesión de sinsentidos, que hagas lo que hagas no consigas cambiarlo. Al final te pasas la mayor parte del tiempo luchando contra la tentación de quedarte todo el día en la cama y aprendes a llevarlo decentemente. Consigues seguir adelante aunque sea por inercia. Charlas, lees, juegas... te cuesta la misma vida, pero lo haces. A veces parece que hasta disfrutas algo. Y nace en ti la esperanza de que esto pueda superarse, crees que se puede. Tu pareja te arranca una sonrisa, le dices que le quieres y sientes que es así. Pero tan pronto como llega, pasa. Y al día siguiente te levantas con el corazón a mil por hora, con las lágrimas asomando a los ojos, con un miedo que te paraliza y que no responde a ninguna razón. Te levantas, y pasas el día como un zombi, con la cabeza embotada, como cuando te asalta la fiebre. Intentas hacer algo, pero no puedes. O puedes, pero no logras disfrutarlo y te hundes todavía más.
Y así hasta el día de hoy, creo que puede considerarse un buen punto de inflexión, el momento en que una depresión vino a hacerme una visita y decidió quedarse.
Realmente no tengo esperanza alguna, no tengo motivos para pensar que esto vaya a pasar, más allá de lo que me dicen los médicos. La tuve cuando vi que mejoraba, pero ahora la he vuelto a perder. Como mucho, puedo pensar que si mejoré en su momento, podré volver a mejorar. Pero es que llegas a un punto en que realmente te importa todo tan poco...
Así que te encoges de hombros, recuerdas que mantener la esperanza es algo que no se puede hacer mientras te embarga esta enfermedad, y aunque crees que todo es una mierda, te dices que algún día pasará. Te acostumbras a llorar sin motivo, a pasar el tiempo con gente que no te llena, a hacer cosas que no te satisfacen como antes. Pero es que no hay más opción. O maldices y te frustras, o asumes que es lo que hay y tratas de llevarlo lo mejor posible.
Así que aquí estoy... sin ilusiones, sin futuro. Sin ganas de nada. Pero resistiendo. Cuando un problema tiene solución, no merece la pena quejarse. Cuando no la tiene, tampoco. Así que a tratar de disfrutar lo máximo que me sea posible hasta en las peores circunstancias. La verdad es que llega un momento en que el simple hecho de tener ratos en los que no deseas desaparecer, ya hace que te sientas feliz y pases a definirlo como "estar bien".
Y me he enrollado un montón y a nadie le importan mis historias, pero el hilo iba de esto, yo hablo mucho y si lo único que me queda ahora es escribir para sentirme un poco más viva, que se aguanten los que no tengan ganas de leer.
La verdad es que todo esto me ha cambiado la vida y al mismo tiempo me ha dejado exactamente igual. Quiero decir, ni me siento más madura, ni más fuerte, ni nada. Cuando empecé a mejorar no me sentí como que hubiese aprendido algo de esto. Simplemente superé un momento malo y ya está. Cuando vuelva a ponerme bien, pues sentiré lo mismo.
Para lo único que me ha servido es para probarme a mí misma (que es algo sin lo que podría haber pasado perfectamente
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), para perder personas a las que quería mucho (afortunadamente, pocas) y para ganar otras a las que, directamente, les debo más de lo que nunca podría pagar.
La verdad es que temí que todo esto me fuese a afectar, que me volviese desconfiada con la gente, que me encerrase en mí misma. Pero creo que no. Cuando estoy bien, me siento perfectamente. Si me asegurasen que puedo volver a ser como era antes, aceptaría todo lo que he pasado y no cambiaría nada. Es una experiencia más, que me ha ayudado también a entender a mucha gente y a conocer a personas a las que quiero con locura.
Por supuesto, es obvio que mientras he escrito esto me he desahogado y estoy en uno de los momentos que puedo definir como buenos (y por eso no borro lo escrito y que se aguante la gente con el tocho). Quizás mañana me diga que os odio a todos y que acabaría con el mundo sin dudarlo si dispusiese de un botón para ello
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Saludos.
PD: Mi tercer momento de inflexión fue cuando me di cuenta de que los informáticos son gente rara. Sobre todo Jan.
PD2: Estoy drogada. Reclamaciones a mis abogados.