Voy a dar mi puntos de vista con una historia personal:
Durante unos años, por la situación personal que me encontraba, me sentía muy mal. Realmente, jugar a videojuegos (que era mi hobby N1) ya no me hacía sentir lo mismo, y sobre mi cabeza había una nube negra, muy negra.
Entonces salió un título. No es uno de esos que salen en portadas, no de esos que todo el mundo habla. Una franquicia conocida, pero no excesivamente popular. Se trataba de Digimon world: Next order.
Yo me había pasado incontables horas jugando al original de ps1, y pillé este con ilusión, sabiendo que no iba a ser lo mismo. Y no lo fué. Ni mejor, ni peor, sino distinto. Pero la sensación de volver a esos días sin preocupaciones, de no quitar las nubes, pero no pensar en la tormenta, estaba ahí. Eso, no tiene precio.
Nos obsesionamos en ponerle precios y etiquetas a las cosas, y muchas veces, no es que sea difícil, sino que no merece la pena. Si es capaz de transformar tu día de mierda en uno agradable (y no incluyo drogas por lo que trae detrás), ni te lleva a la ruina, está amortizado