Es curioso, pero.. mucha gente nunca piensa en la muerte, sobretodo piensa en esos lugares donde se quieren ir de vacaciones, esos lugares donde les gustaría vivir, esas cosas que les gustaría hacer, que luego realmente son pocos los que se atreven a realizarlo, y tampoco muchos los que meramente se atreven a intentarlo.
Aunque pueda parecer pesimista, a veces pensar en la muerte puede ser muy beneficioso para nosotros. Pensar que podemos morir al día siguiente nos hace que aprovechemos cada momento de nuestra vida. Que nos atrevamos a decirle algo a la chica que nos gusta, que compremos ese billete de tren a esa ciudad, que nos atrevamos a entrar en el despacho del jefe y decirle que dejamos ese trabajo que nunca nos gustó..
Nos ayuda a arriesgarnos de vez en cuando. Ver que cada momento es único y no siempre vamos a estar disfrutando de oportunidades.
Pues bien, os cuento una anécdota de cuando era un chavaluco:
Estaba yo en el verano entre 3º y 4º de la ESO, allá por Julio, y me salió un grano/espinilla en la nariz, en el centro pero un poco más arriba de la punta. Primero no sabía bien si era un grano o algo, yo.. dejé el tiempo pasar. Pasaron los días, y las semanas, la especie de mancha se convirtió en un confirmado granito pequeño.
Y así se dio el comiendo de las clases, a finales de Septiembre. Yo.. pues no pensaba en el granito para nada, me importaba más el precio de las palmeras de chocolate del insti, por ejemplo.
Conocí nuevos amigos en clase, además de algunos que ya conocía de antes. Acabé haciendo buenas amistades. Cuando ya estaba bien entrado Noviembre, lo recuerdo bastante bien, sacamos un tema de conversación sobre espinillas y granos entre clase y clase y acabé diciendo que lo que tenía en la nariz era un grano de larga duración. Mis compañeos se quedaron sorprendidos. Pensaban que era algo permanente que tenía que no se quitaba. Además, por esas fechas, ya empezaba a tener un tono blancuzco por la pus, pero se veía que era un grano más interno de lo normal.
Me preguntaron, "¿No te lo revientas?" y yo "Prefiero esperar". Así volvieron a pasar varios días. Algunos de mis compañeros, pasado ese tiempo, me decían "Pero tío, reviéntalo!" Y yo.. pues no me decidía. No le daba importancia. Días más adelante un compañero me decía cuando me veía "Reviéntalo tio, reviéntalo, es el lema". De hecho no olvidaré eso de "el lema".
Pues bien, ya a finales de Noviembre.. me decidí. Decidí que ya era hora de tomar una decisión, de.. cambiar, sí. De abrirme al cambio, de arriesgarme. Me fui al servicio, me provisioné con todo lo necesario (algodón y alcohol, vaya) y.. lo reventé.
Lo que en su día fue pus.. a la hora de la operación fue una crema más oscura tipo crema pastalera mezclada con leche merengada. Tampoco salió una cantidad industrial considerable, pero era más bien el aspecto que tenía. Lo desindecté y.. al cabo de unos poquitos días mi nariz volvió a respirar y a ver la luz del día.
Si ese verano hubiera pensado que cada día era especial y que podría ser el último y hubiera comprendido que no había que dejar los momentos pasar y que hay que arriesgarse en la vida y estar abiertos a realizar cualquier cambio por drástico que sea.. habría hecho esto mucho antes de cuando lo hice y ese granito no habría durado 5 meses en mi nariz.
Fue entonces cuando me di cuenta de que hay que aprovechar cada momento de nuestra vida, no aplazar cosas importantes, no dejar cosas de lado. Lo comprendí. Lo comprendí y tiré de la cadena para verse marchar el trozito de algodón con Fernando (que así se llamaba el granito)