cuento a seguir , si os parece

LA CASA DE CRISTAL

Cuentos—
La taza de café

Desde mi balcón azotado por el viento inclemente, furioso y tenaz, cebándose contra el esquinazo indefenso de mi casa; llevándose avaro las ultimas flores de los geranios, zarandeando mi bata , enfriando mi café, peleando con mi pelo teñido –triste remedo del que fue , años , años , ha .Camuflaje conocido, aceptado ., Hipócritamente necesario .
Desde este balcón mío, contemplo los chopos, las acacias, el guindo del patio de la escuela. Las ramas pelean fieras, airadas contra el viento .Constantes. Manoteo inútil. El poderoso ruge y las desnuda.
Las ramas forman nidos protegiendo su interior, verde, tierno, que aun no sabe de hollín, de podas, de hombres, ni de ardillas.
Prosperaran, verdes, con la templada primavera. Lejanos, ni presentidos aun los otoñales temblores.
A mis ojos serán de nuevo, descaso, esperanza, reposo.
Sonrió, con melancolía mirando el fular de hojas muertas de mi calle, todos los ocres y amarillos,
Danzan bajo mi balcón, centellean, relucen bajo la fugaz caricia de un sol frió, remolón, entre las gasas
Oscuras que el viento, celoso, extiende ante el.
Las hojas se juntan en corrillos, danzantes, con suaves silvas entre ellas, se alargan cual serpiente de escamas brillante, destellos tenues de luz, vivas, sobre la carne de aceras frías, aceras de cemento, muertas.
Danza sensual, intima, revoloteo de amarillos, bajo estos ojos viejos, tanto que ya no bajan los parpados con la lluvia, deseando que esta despierte a su alma distraída.
La taza reposa en la encimera, la bata cuelga inanimada y seria del perchero. Arreglo mis prendas, mi cara mis zapatos.
Empieza la mañana y yo salgo de mi casa en llamas .La bendita rutina no me dejara ver el resto del dia.
Siento como se acerca el invierno.
Paseo por la misma calle pedregosa de todos los días, cual senda del envejecimiento en la que al final me esperase el fin, camino a nada. Siempre pienso "hoy haré lo que ayer no hice" pero siempre quedan esos deseos en simples intenciones, porque para mí los días pasan como hojas de árbol en pleno otoño... caen uno detrás de otro... y no paran de caer y pudrirse.
Y saludo a los dos únicos seres que siempre encuentro en los mismos lugares a la misma hora y ni siquiera son personas, son las puertas cerradas de las casas de mis dos hijas, las que un día dejaron mi puerta atrás para no volver a abrirla nunca.

Cuántos miles de días quedé sentada detrás de la ventana esperando a que sus vivas risas me despertasen de este amargo sueño y corriesen a entrar y se peleasen por darme un abrazo y contarme qué les había enseñado su profesor ese día...
si no fuera porque desde aquel día, no he vuelto a pensar en otra cosa que en ellas, de seguro habría olvidado incluso sus nombres.

Elena y Paz... si al menos supiesen cuánto las anhelo todo volvería a la normalidad pero para esta pobre vieja, ya no le quedan días de reconciliación ni felicidad, tan sólo de castigo y de ver pasar a la vida mofándose delante de esta mirada nublada por la agonía y desesperación de saber que ésta noche puede ser la última.
En mitad de la calle algo llama mi atención. Cuando ya creía que mis ojos no verían más, mis oidos no oirían más, mis labios, no dejarían escapar una palabra más. Siento un frío que atraviesa mi mente, que nubla mi espeso pensamiento. Un grito desgarra mi arrugada garganta, haciéndome sentír el calor que alguna vez poseyó.

Me indica que camine y yo hago caso sin saber porqué. ¿Que significa este advenimiento de recuerdos de mi infancia? Es más ¿Porqué, preciamente ahora he dejado de temblar? mis dedos están tersos, firmes. Cual jovencita que aclama una vida, una experiencia. Mi pulso, una linea sin fín.

Pero este cuerpo que apenas si reconozco, ya no me hace caso a mí.
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