Cuentos peligrosos. Capitulo 7

VII

El tiempo había cambiado, al igual que las impresiones que le había causado la vuelta al pueblo; todo se había ennegrecido, se había vuelto mucho más oscuro. Primero fue la extraña muerte de Marian, las alucinaciones de su padre, más tarde la disputa de Heliodoro con el primer hombre de color, y luego el enorme y corpulento negro, Houngan para más señas. Sebastián quería pensar que aquella palabra no era la que nombró el negro, que habían sido imaginaciones suyas. Pero una y otra vez la razón le hablaba en su interior, y le hacía recordar su pasado mas presente, el que pasó en el Caribe, tan próximo y a la vez tan alejado de aquel folklore. Como médico, había dado la espalda a aquellas majaderías que tan alegremente se practicaban, como persona, evitaba en cualquier modo un contacto con ellos, no le gustaba la religión, y menos aún llevada a aquellos extremos. Entonces fue cuando decidió actuar, quiso saber que hacía allí un supuesto Houngan, ya que estos, según tenia entendido, practicaban sus ritos con gente de su raza, con aquellos que creían y tenían fe y esperanza en lo que un chalado les pudiera ofrecer. Pero él y sus vecinos eran personas cerradas de pensamiento, ancladas en su cultura y cómo se estaba viendo, la llegada de un par de personas extrañas les descolocaba por completo. Decidido a volver a la casa a investigar, a ver si allí encontraba alguna pista que le dijera que pintaban esos tipos tan lejos de sus casas, que hacían con Heliodoro y sobre todo, quería comprobar si el enorme negro era un Houngan.

La casa estaba totalmente destartalada, había ropa sucia por el suelo, la suciedad se amontonaba en los montones, pero no había ni rastro de ser vivo por allí, incluso las ratas parecían haber escapada de tan siniestro lugar. Había ya inspeccionado casi todas las habitaciones de la parte alta, disgustándose al encontrar la mayor parte de las puertas cerradas, cuando se dispuso a hacer lo mismo en la parte baja. Una de las habitaciones le llamó la atención; de la puerta entreabierta salía un pequeño haz de luz, por lo que fue hacía allí donde fue primero, silencioso y precavido, pues aquel signo le había puesto en alarma, y quizá no estuviera como el creía, sólo en casa. La puerta era pesada, y le costó moverla, cuando por fin cedió, los goznes soltaron un ruido indeseable, rompiendo el silencio y la tranquilidad que hasta el momento había logrado mantener. La primera sensación fue de calor, luego de sorpresa. La habitación no era otra cosa que una especie de sala de caldera de vapor, un pequeño lujo para estas personas, pensó Sebastián, observando el inventó que a su parecer ninguna utilidad tenía en aquella época del año, por muy mal día que hubiera salido aquella mañana de mediados de agosto. Extrañado por la puesta en marcha del artilugio pasó dentro de la sala observando atónito el porque del calor. Apilados en el suelo, cerca de una de las aberturas de la sala, se encontraban un buen numero de libros y documentos, que alguien con demasiada prisa, había dejado allí olvidados. Sebastián echó una mirada al interior de la boca, de la que aún apagada seguía manando algo de calor. Entonces se dio cuenta, Heliodoro y sus compinches trataban de destruir pruebas, algo tramaban pues este trío, pensó.

Echando mano a uno de los pocos documentos que se habían librado de la cremación fue leyéndolos por encima, descartando los que creía a su juicio menos servibles, y guardando en un montón los más servibles. Cuando acabó, el montón de los inservibles triplicaba en tamaño al otro, por lo que a fin de cuentas, no hicieron tan mal trabajo destruyendo las pistas. Muchos papeles acumuló, pero sólo con uno de ellos su rostro cambió, uno escrito a mano, una especie de diario, fechado en año nuevo del año anterior, y firmado por Heliodoro. Se lo metió al bolsillo, pensando que aquél no era el mejor sitio para leerlo, y echándose el resto bajo el brazo, salió de la casa, tratando de no ser visto por nadie. Camino a casa pensó en lo que diría la carta, si aquellos tipos no serían mas que unos piratas tratando de asustar al Solitario, si éste no se habría metido en embrollos lejos de casa, si..., trató de dejar de pensar, pronto llegaría a casa, y lo descubriría.
[babas] más datos, quiero más [babas]
Ya llega lo gordo, ya llega :-p
A ver que pasa... espero que no se te acaben las ideas.[bad]

[bye]
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