Tan sólo el aire
moldea
su aspecto.
Lo hace a su antojo,
con firme entereza.
Sólo el gélido viento
acaricia
la tenue maraña
que puebla la cima.
Aletargado,
prisionero en el diván
de la tarde baja,
el sol renuncia
a ser la estrella
en un lienzo impresionista.
Y tú en la cumbre,
vestida con gasas
que eclipsan con creces
la dureza
de un lugar tan inhóspito.
El tiempo se mueve
a cámara lenta
en los dominios
del olvido.
Los bosques,
ahora yermos,
ansían el retorno
del amor,
siempre fértil,
puro en esencia.
Exquisitamente granado.