"ais, que minino más gentil" dijo la chanita. El gato era el típico gato con trastorno de personalidad. Ya se lo había avisado su abuela: "quizá encuentres gatos con trastornos de personalidad" le había dicho la anciana "los pardos son los peores, se creen peligrosos felinos". La chanita entonces busco en los bolsillos y sacó una loncha de jamón de york y una bolsa de llevar los congelados, y mientras el gato devoraba la comida le metió dentro. Durante unos instantes, por su tierna cabeza de infanta, cruzó la idea de macharle a golpes contra las peñas, pero no, decidió ser una chanita buena y llevar al animalito, que maullaba y pateaba dentro del saco, al veterinario.
"ssff, calla, minino, te llameré Nifasio, y te van a vacunar y a cortar las uñitas" decía la chanita con el gato al hombro "sí, Nifasio, sí, las uñitas y también otras dos cositas para que no te vayas de gatas".
La luna iluminaba ambas figuras y en la noche sólo se oían los maullidos de un gato.