El agua fría terminó de espabilarle.
Siempre había pensado que tenía una vena masoca. Adoraba el bofetón matutino del agua helada en el cuerpo, en ese momento en que la mente está despertando pero el cuerpo parece que aun duerme. Le ayudaba a aclarar ideas y afrontar los pocos retos diarios que su vida de jubilado le había dejado.
Hizo especial énfasis enjabonándose las orejas. Ella siempre le decía que se olvidaba de las orejas, e iba persiguiéndole por el pequeño piso blandiendo un bastoncillo y mirándole con cara desafiante. Al final se dejaba atrapar, y aprovechaba para tocarle el culo mientras se empleaba a fondo con ese objeto asesino recubierto de algodón.
Cerró el grifo y se anudó una toalla a la cintura. Prefería secarse al aire. Era la segunda fase de su rito masoca matutino. Abrió la pequeña puerta del armario e hizo acopio de cuchilla, jabón para el afeitado y after shave. Desplegó aquella espuma blanca con la maestría que solo la experiencia da. Y comenzó con el proceso. Siempre había pensado que la manera correcta de afeitarse era lenta y firmemente. Siempre a contrapelo y escuchando el rasgar de la cuchilla mientras decapitaba esos pelos rebeldes.
Nunca había tenido un hijo al que enseñar este ritual tan masculino. Había grandes películas que mostraban como el padre enseñaba al hijo con cariño como pasar la cuchilla por la cara convirtiendo el afeitado en una especie acto de amor. A veces sentía evidia por la situación, pero no por las formas. Si de el dependiera no le diría nada hasta que se cortara la primera vez y empezara a brotar sangre.
- Acuérdate del movimiento que has hecho justo antes de cortarte. Así es como no se hace.
Aprender a base de cortes, como en la vida misma, es la única manera de aprender, ya seas niño o no.
(No sé si seguirá...)