Toda una vida. Para un momento. Llegar al espectáculo y morir mientras dura. Mientras la sala se llena con el silencio y la tensión del público, vibra con el sonido, parpadea con las luces... toda una vida para morir así. Para esto nací y todo en mi vida me ha llevado a este momento.
Toda una vida. Para eso. No para esto. No. No puedo estar más lejos de mi destino ahora mismo. Sola, rodeada de una oscuridad tan densa y oscura como mi futuro. Nadie me desea, nadie me busca.
Llegué, me recogió. Entré con él. Estuve, como tantas otras, en sus piernas. Me acarició muchas veces antes de tomarme con su mano finalmente. Pensé que todo iba bien, me estaba acercando a su boca, sus labios brillaban de reflejos de luces. Palomita, me ha llamado y sé que le gusta. Y a mí me encanta, suena dulce, a cariño... podría ser Pipoca, más exótico pero también con ese sonido dulce que contrasta con el sabor salado de mi piel.
Pero algo pasó. Algo inesperado, terrible y doloroso. Salí de entre sus dedos, me perdió y, lo más horrible, no intentó encontrarme. Inútil, así me sentí. 3 segundos me llevaron de la emoción a la decepción absoluta.
Perdida mi identidad, arruinadas mis esperanzas, desechada. Olvidada.
Ni siquiera puedo morirme ahora. Mi gloria cambiada por desesperación.
Espero. Sola. Abandonada. Mi suerte aciaga espera a que terminen los títulos de crédito y no sé qué será de mí. Nadie ha visto lo que sucede a quienes sobreviven a la película. Nadie sabe qué hay detrás del "FIN".