Esas cosas de los vestuarios es un componente sobre todo cultural. A Lafcadio Hearn le asombró la educación social japonesa: los pescadores en Okinawa recogen las redes desnudos para evitar que se les enganche la ropa y caigan arrastrados por cientos de kilos de pescado al mar, y nadie para a mirarlos dos veces. De igual manera, en los baños de aguas termales conviven hombres y mujeres desnudos: lo educado es no reparar en ello. Por supuesto, todo tiene sus matices y lugares donde se hace y donde no.
En nuestra sociedad europea, no hace tanto, la enorme mayoría de los colegios públicos y privados estaban separados por género; como lo estaban separados además por raza en los EEUU donde además en determinados locales (bares, pubs) las mujeres tenían prohibida la entrada. Ahora lo vemos como algo extraño o incluso excesivo.
También hay que considerar que además de por recato o un componente moral, la segregación por género en muchos ambientes está inspirada en el concepto de la seguridad de la mujer frente a la violencia de género. Aunque entre hombres esto pudiera darse (el caso de las instituciones penitenciarias) no es un problema social reconocible y entre mujeres la incidencia de casos de violencia sexual entre ellas es casi nula a grandes rasgos.
De todos modos, la buena educación y las costumbres invitan a evitar que tus preferencias sexuales se pongan de manifiesto en un vestuario. Ante cualquier incidente que suceda en un vestuario como que se te queden mirando de forma lasciva o se te provoque protestes de forma enérgica, y sin tener que reparar en la orientación sexual de quien lo haga.