Sí, otro hilo de decepciones y estas fruslerías.
Resulta que hace dos días me compré la Barcode Battle, recomendado por dos colegas que insistían en lo molón que era conseguir una Tizona de fuego en una de las obras maestras de esa evolución monstruosa de la Game Gear, un juego de rol del cual no me acuerdo, con una barra de códigos de cereales Special K. Pues bien, a primera vista la consola me ha decepcionado muchísimo. Ha cobrado vida propia y se ha llevado el marcapasos del abuelo, que sólo venía a pasar unos días en casa.
Es más, en mis ratos de viciadas con el juego Battle Space, he gastado mis dineros en consultas al psicólogo. No lo podía entender, estaba jodido. Me hacía enormes cuestiones filosóficas. ¿Por qué ese código de barras aparentemente bien cortado no es reconocido? ¿Por qué el código que hay en la caja de mi nueva videoconsola sólo me da dos balas para que pueda derrotar a 654.392 enemigos estándares? Aparte de toda esa bobería, me tiene indignado la duración de la batería y los dispositivos que me obliga a comprar. Ahora comprendo porqué es tan ligera. ¡Porque se conecta a un dispositivo enorme y feo, un barril en donde tienes que colocar 88 pilas AA! ¡Tramposos, mira que no poner ranura de pilas! Encima, con la supuesta duración que me tenía que dar esto, se me acaba en 5 horas y 11 minutos.
Ayer, exploté. Mi Barcode volvió a cobrar vida, según sospechas fundamentadas en este hecho que relataré a continuación. En mi casa hay un simpático perro que hace lo imposible por evadir el agua (tenemos que limpiarlo con Fanta. Esa cosa, a pesar de contener agua, tiene un precioso naranja que ayuda al susodicho can). Ayer le vi hecho unos zorros, un gamberro le había mojado. Me cabreé. Fui a la cocina, en donde vi mucha agua y un cubo metálico tirado. Cerca de mí oí a alguien reírse de lo lindo. Cesó de repente y me dio por encontrar la fuente del ruido, el techo de mi nevera.
Allí estaba, la pérfida que me estaba arruinando. Hice triatlón como nunca, abrí la ventana (vivo en un sexto) y la tiré. Brutalmente. Se estampó contra una baldosa del ayuntamiento. Aún tenía que pasar una última prueba, correr cual demonio al teléfono. Era una llamada de mi banco, que me avisaba de deudas gigantescas. Odio este puto mundo. Quiero dejarlo. Encima su poderosa pantalla LCD está en cuatro colores, hábrase visto.
PD: Para los susceptibles, es decir gente que ayuda al hundimiento de la ironía en la bolsa, esto es una sátira. Que ya he visto saltarines de todos los colores aquí.