Dejé un grupo de amigos que tenía desde que iba a la guardería. Más que amigos, éramos compañeros de farra y, cuando pasaba algo, realmente nunca podía contar con ellos. Uno de ellos incluso quiso levantarme la mano porque se me ocurrió empezar a salir con otro grupito de amigos que resultaron ser compañeros del instituto. Eso supuso el inicio del fin para mí. Desde entonces (han pasado casi veinte años), tengo una amistad verdadera con estos compañeros del instituto y puedo decir que son la familia que he elegido tener. De aquella experiencia aprendí que de nada sirven los años compartidos si llega un punto en que te tratan mal o se aprovechan de ti.
De la mano de lo anterior, dejé un trabajo en el que sufría mobbing, simplemente porque mi compañera era una trazas y le valía cualquier cosa con tal de llegar antes a casa, y yo suelo pecar de querer ir un poco más allá en todo lo que hago para asegurar un buen resultado. Esta compañera escribió varias veces a mi entonces jefe para decirle que "me tenían que dar un toque", le encantaba hacer chismorreos sobre mí y me ponía en ridículo públicamente delante de otros compañeros. De ahí pasó a mandarme whatsapps a horas intempestivas (y en mayúsculas) y, más adelante, comenzó a montar espectáculos dando portazos y gritando. Todo llegó a ser muy evidente, pero nadie en la empresa quiso posicionarse a mi favor por miedo. Finalmente, decidí dejar el trabajo al ver que la empresa prefería lavarse las manos debido a la figura que era ella y la figura que era yo. Dejar ese trabajo (el trabajo soñado para muchos de mi entorno) requirió mucha fuerza de voluntad por mi parte, pero aprendí que, a veces, no importa cuánto quieras estar en un lugar; si no es el adecuado, no vale la pena.
Crear una empresa. Desde fuera, todo el mundo quiere ser dueño de una empresa, ser jefe y no tener horarios. En la práctica, luego ves que implica estar las 24 horas del día pendiente del trabajo, sentirse culpable por irse de vacaciones y tener que tomar decisiones que no te gustan por "el futuro de la empresa". Gracias a esa experiencia, que duró 4 años y medio, me di cuenta de que trabajaba mejor en otro departamento con menos responsabilidades. Tuve la fortuna de encontrar una opción que me permitió no tener que compaginar dos trabajos.