Descanse en paz

un pequeño relato que he escrito entre ayer y hoy... espero que os guste:
Una día más transcurre con su inevitable monotonía. El macabro cortejo llega a la puerta. Los viejos y oxidados goznes chirrían como cuervos al abrirse. Las caras compungidas por el dolor se mezclan con aquellas que ya han aceptado la misma realidad que les ha creado. Con mi nudosa mano tomo mi gorro y saludo con pesar al protagonista de la comitiva. Los hombres caminan decididos cargando con el féretro de sus pecados. Con reverencia el títere de la religión que confesaba y martirizaba al difunto, recita las vacías palabras que tienen como equivocado objetivo convencer a los presentes que este es el destino irrevocable de todo buen creyente.

Tomo mi pala y contempló la escena, a mi mente acuden miles de imágenes idénticas, solo cambian los rostros de las personas pero las situaciones, emociones y dudas son siempre las mismas.

Ya se han ido… me he quedado solo con el protagonista. Me acerco al hoyo, sin duda era una persona acomodada, su ataúd de madera noble e infinitos detalles dorados así me lo decía. Pero como cualquier hijo de mujer su fin había sido dictado desde su concepción. Tomo la pala y comienzo a cubrirlo, la tierra va ocultando el color de la madera hasta que este desaparece…

La cara tallada de la lapida me mira con sus pétricos ojos.

-Mañana pondré el césped, impediré que las malas hierbas crezcan sobre tu reposo-susurro hacia la efigie que me observa- es todo lo que puedo hacer por ti-

Me arrodillo frente a la lapida y ruego al hacedor de toda vida que cuide de su alma. El frío de la noche comienza a calar en mis huesos, mis viejas articulaciones reclaman su merecido descanso.

-“Nadie mas vendrá esta noche a haceros compañía”- Comento a los huéspedes, la noche ya se ha echado sobre el mundo que me rodea-

De mi bolsillo surgió un rítmico tic-tac, saque de el un pañuelo, lo desenvolví con cuidado y extraje el plateado reloj, lo saque y observe que el minutero comenzaba a avanzar lentamente. Lo volví a guardar mientras recorría el camino hacia la verja para cerrarla, a la lejanía un joven caminaba entre las tumbas. Me acerque a el, pues en aquel lugar gritar estaba fuera de lugar, el joven vestía un elegante traje de fiesta negro, de un corte tan antiguo como delicado

-Alexander, no te preocupes, la verás mañana una vez más -dije- ¿No crees que es hora de que deis el paso? –Le pregunte - Aquí solo pueden descansar los que ya han hallado la paz en esta vida-

El joven me miro con furia y apretó los puños.

-¡No hallaremos la paz hasta que estemos juntos de nuevo!- grito el joven- ¡Prometí que estaría con ella por siempre! Si nos vamos no volveré a verla…- el joven desapareció entre los mausoleos-


Casi no me percate que el reloj había vuelto a dejar de andar.



En mi barraca intento dormir, oigo el graznido de los cuervos dándose un festín de gusanos en la tierra removida. Cierro los ojos y me dejo caer en la inconciencia que nos prepara para el sueño eterno todas las noches…

Sueño con ella, con su divina hermosura, ella me mira y alza su guadaña sobre mi, se que soy uno de sus mayores adoradores, pues ella es en verdad la verdadera dueña de nuestras almas, ella debe decidir nuestro destino… diosa Thanatos….

Despierto con las primeras luces del día, con la vista cansada contemplo el recipiente vacío del fax, al parecer hoy no habría nuevas incorporaciones a mi particular hotel. Me levanto de la cama deshecha y me meto en la ducha. Abro el caudal y recibo con alegría las sensaciones que me brinda el agua helada. Doy gracias por seguir vivo un día mas, sin prisa seco mi cuerpo y palpo mis flácidas carnes, mi piel otrora suave y brillante parecía ahora arrugada y apagada.

Tras vestirme con mi deshilachado mono salgo a saludar al día, mis ojos me muestran mis dominios, allá donde mire veo las lapidas y cruces de los que descansan eternamente. Pero mi vista se detiene en un color vivo sobre el verde césped, me coloco mis lentes y contemplo a una figura entre las tumbas. La chica viste un traje violeta y parece buscar frenéticamente entre las tumbas. Miro a mí alrededor y me aseguro que la verja de entrada sigue cerrada y que nadie más vivo de la cuenta esta caminando por ahí. Me acerco a la muchacha que ya ha dejado de buscar y se ha sentado en uno de los numerosos bancos de piedra que pueblan el cementerio. Llego junto a ella, ahora puedo ver su rubio cabello y su blanca piel con detalle, viste s su delicado traje de fiesta, el que tantos años la acompaña. Sin decir palabra me siento junto a ella en el banco. Parece no darse cuenta de mi existencia, continua llorando mientras se frota nerviosa las manos.

-ya se ha ido…-susurra compungida la muchacha- se que me esta buscando pero no puedo encontrarlo… ya no….-

-Le encontraras al anochecer…Deyanira… -a mi anciano corazón no le gustaba ver su delicado rostro cubierto por las lagrimas- Ve a pasear, hoy no hay entierros que te molesten… -

-Enterrador… - contesto la joven antes de alzar la vista y mirar los primeros rayos del sol- Gracias…– dijo la muchacha antes de salir corriendo por un sendero entre las tumbas-

“Pobre niña…” pensé mientras me levantaba. Tome en mi mano el reloj y lo abrí, las manecillas estaban paradas a las doce en punto, en el espejo se podía ver un cuidadoso gravado….

“Alexander y Deyanira”
Juntos para siempre
Paris Mayo 1803

-Que bello es el amor- Susurre mientras me guardaba el reloj en el bolsillo, aparque estos pensamientos y abrí la verja para los que deseaban mostrar su respeto a los caídos.

Dedique el día a atender mis obligaciones, plante el césped sobre la tierra removida intentado que quedase uniforme. Con las grandes tijeras recorte los enormes setos que dividían al cementerio entre las partes antiguas y la moderna. Con esmero limpie las tumbas que no recibían ya visitas de familiares, en un pequeño cuaderno tenia anotado el nombre, edad, fecha de su muerte y religión de todos los huéspedes.

Avanzada la tarde, cuando casi puedes sentir la noche, procedí a consultar cuantos aniversarios tocaban hoy, conté veintidós personas que habían fallecido este día, de ellas solo seis habían recibido visita, así que me prepare para celebrar los ritos por mi mismo a los dieciséis restantes. No procesaba ninguna religión en particular pero creía firmemente que cada persona debía ser honrada de la misma forma en la que escogió vivir. Me aproxime a la zona católica, que a su vez se dividía en protestantes y ortodoxos, ante la señal de la cruz recibían un padre nuestro:

Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre,
venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en tentación
y líbranos del mal.
Porque tuyo es el reino,
tuyo es el poder,
y tuya es la gloria,
ahora y por siempre.

Cuando llegue a la zona Judía del cementerio recite el Kadish, elevando las manos hacia el cielo e implorando a Yahvé su beneplácito:

ITGADAL VEITKADASH SHEME RABA, BEALMA
DIVRA JIRUTE VEIAMLIJ MALJUTE, BEJAIEJON
UVIOMEJON, UVJAIE DEJOL BET ISRAEL.
BAGALA UBIZMAN KARIV; VEIMRU: AMEN.
IEHE SHEME RABA MEVORAJ LEOLAM ULEOLME
ALMAIA.
ITBARAJ, VEISHTABAJ, VEITPOAR,
VEITROMAM, VEITNASE, VEITHADAR, VEITALE,
VEITHALAL, SHEME DEKUDSHA, BERIJ HU. LEELA
MIN KOL BIRJATA VESHIRATA, TUSHBEJATA
VENEJEMATA DAAMIRAN BEALMA, VEIMRU: AMEN.
IEE SHELAMA RABA MIN SHEMAIA VEJAIM ALEINU
VEAL KOL ISRAEL; VEIMRU: AMEN.
OSE SHALOM BIMROVAV HU IAASE SHALOM ALEINU
VEAL KOL ISRAEL; VEIMRU: AMEN.

El mundo, que Dios ha creado según Sus designios,
Tribute gloria y santificación al nombre del Eterno. Que
Su reino sea proclamado prontamente, en vuestros
Días y en vida de toda la congregación de Israel.
Amén.

Enlutados:
Exaltado, venerado y alabado sea el nombre del
Santo, Bendito El. Su gloria inefable e infinita. Su
Magnificencia es superior a palabras y oraciones humanas.
Otórganos la paz y la vida, a nosotros y a todo Tu
Pueblo Israel. Amén.
El que establece la armonía en los cielos, conceda la
Paz a nosotros y a todo Israel. Amén.

Con pasos seguros me acerque a la zona donde las religiones minoritarias podían realizar sus sepulturas acorde a sus tradiciones. Frente a la pulida piedra que señalaba la tumba del mahometano, pues las tumbas debían estar señalizadas, recite la oración que había aprendido años atrás de un iluminado:

Bismillahi Rahmáni Rahím
En el nombre de Dios, Clemente, Misericordioso
Alhamdulillahi Rabbil ‘Alamín
Alabado sea Dios, Creador del Universo
Arrahmánir Rahím
Clemente, Misericordioso
Máliki Iaumiddín
Soberano en el Día del Juicio
Iiáka Na‘budu Ua Iiáka Nasta‘ín
Solo a Tí adoramos y de Tí imploramos ayuda
Ihdinas Sirátal Mustaqím
Guíanos por el sendero recto
Sirátal Ladhína An‘amta ‘Aleihim Gairil Magdúbi ‘Aleihim Ualad dalím
El sendero de quienes agraciaste, no el de los execrados ni el de los desviados

Amín
Amén.

Llegando al final del recorrido encontré un budista que había fallecido diez años atrás, recordaba cuando lo enterré, al parecer había fallecido lejos de su hogar en pleno viaje de autodescubriendo y nadie había venido nunca a su tumba, a pesar de ser el único de esta religión que había allí enterado, aprendí los mantras y la forma de quemar el incienso sobre su sepultura. Para desear que su alma alcanzase el estado de buda, además al cumplirse una década de su muerte le rendí la muestra de respeto de mi tierra natal, abrí una botella de vodka y la vacié sobre su lapida deseándole prosperidad en su nueva vida:

OM TARE
TUTTARE TURE
MAMA AYUH
PUNYA-JÑANA-
PUSHTIM-KURU SVAHA

Cuando termine todas mis obligaciones volví a mi cabaña y tome el grueso libro donde estaban detallados todos los entierros desde la creación del cementerio. Lo abrí por la parte más antigua, principios del siglo XIX, la letra era clara, llena de detalles, consulte los nombres, mis ojos me mostraron lo que tantas veces había visto ya…

4 de octubre de 1804, Difunto: Don Alexander Edwin Rotland, fallecido en accidente, Mausoleo de la familia Rotland.

Continué leyendo, tres nombres mas abajo encontré lo que yaesperaba.

8 de octubre de 1804, Difunta: Deyanira Westall, suicidio, enterrada sin lapida.

Cerré el libro. Estos jóvenes habían sido enterrados doscientos años atrás… lejos uno del otro… En mis cincuenta años de enterrador había aprendido muchas cosas acerca de esta vida y de la siguiente. Una de ellas es que el amor puede llegar a sobrevivir a la propia dama de la muerte. Gracias a ellos he aprendido a tratar la muerte como lo que es… solo un nuevo paso…

En mi bolsillo el reloj volvió a funcionar, me levante de la carcomida silla y salí al exterior donde las últimas luces del sol morían contra la imparable oscuridad de la noche. En el sendero Deyanira esperaba… frente a ella, Alexander lentamente surgió de la oscuridad… al mismo tiempo que ella se desvanecía con los últimos rayos del sol, como todos los atardeceres desde hace doscientos años una frase surco el aire…

-“Te amo”…-
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