Descuido
Divagan mi mente y mi razón,
rodéanles las brisas del dolor,
en aquel mundo sin color,
allí, nuestro templo, la perdición.
Viajantes libres de antigua prisión,
encadenados fieles al valor,
loables testigos de tu amor;
crueles guardianes de mi corazón.
Ahora recuerdo su dulce espino,
agujas de nuestro tiempo perdido,
y triste mi deseo vaticino...
Juzgado estuvo ya el destino,
e ignorando todo lo creído,
acabo solo, el largo camino.